Francina Armengol. | Efe

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La jauría cavernaria madrileña se niega a admitirlo como posible, pero cada vez está más perfilado un pacto a la balear para gobernar España con Pedro Sánchez de presidente. Parece evidente que Sánchez escucha mucho más a Francina que a la sultana de Andalucía o al emplumado page de Castilla la Mancha. La receta Armengol es ir directos al poder sin burlas ni estafas al electorado y sin trapicheos infumables con la derecha. En una tierra tan conservadora como la balear Armengol fue al grano y se salió con la suya.

En Madrid es más complicado porque allí la caverna ruge mucho, pero al fin y al cabo son las mismas habas y los mismos números. Y si Susana Díaz (que aspiraba a la silla de Sánchez) protesta, el secretario general del PSOE tiene suficientes recursos para moverle tensión interna con los secretarios provinciales socialistas desde Huelva a Almería. Armengol también tiene mucha experiencia en trifulcas internas. Aina Calvo ha sido durante mucho tiempo su Susana doméstica y ya se vio en su momento que supo devolverla a los toriles con la lengua fuera.

Sánchez no se desvía ni un milímetro de la estrategia que sin duda ha analizado con Armengol. Aquí, en un segundo plano y en la sombra, también juegan su difuminado pero importante papel los asesores de más confianza de Francina, como son Cosme Bonet y Pere Joan Pons, entre otros. La estrategia es nítida, tanto que mantiene desorientada a la caverna del Manzanares. Primero dejar que el Rey designe aspirante al calcinado Mariano Rajoy. Después, fiesta torera en el Congreso. Sin diputados suficientes, Mariano va a tragar Bárcenas a dos carrillos. Quedará descartado. La caverna reaccionará exigiendo un Gobierno de concentración PP-PSOE-C,s presidido por un nuevo candidato del PP (ya lo están buscando). Pero Sánchez no picará y Felipe VI deberá proponerle como presidente.

Y ahí viene la jugada: la izquierda en su conjunto suma 161 diputados y el PNV 6. A ello hay que sumar los 17 escaños de los catalanes, que en el Principado están unidos en Junts pel Sí. En última instancia, Sánchez podría obtener, al menos 167 votos a favor de la izquierda y vascos y la abstención catalana. Hay que recordar que Aznar tenía menos escaños propios en 1996 y que en 1977 Adolfo Suárez obtuvo 168. Los números cuadran. Sánchez podría formar gobierno con sus 90 escaños más los dos de IU y los 6 del PNV con apoyo externo de Podemos y Junts pel Sí absteniéndose y negociando una solución dialogada. Y todos con la mirada puesta en la reforma de la Constitución. Y, sobre todo, canalizando los anhelos de cambio de una mayoría social expresada en votos.

La receta Armengol es la única que cuadra. Sánchez va de cabeza hacia este objetivo, por muchas presiones que tenga que soportar, desde carrozones como Felipe González a un poderío mediático madrileño que no puede controlar el desarrollo de los acontecimientos. Si esta estrategia sale adelante, ¿cuál será el peso de Francina en la dirección del PSOE? Seguramente, muy importante. Tal vez de primerísimo orden.