Una asamblea informativa de Podemos. | Pere Bota

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Los podemitas mallorquines se han tomado en serio la propuesta de Francina Armengol de que en Madrid se forme un Gobierno a la balear, es decir, con un presidente socialista y su apoyo condicionado externo. De hecho, en Madrid Iglesias, Monederos y Errejones ya lo calibran, sopesan y miden con independencia de las declaraciones públicas que hagan en cada momento.

«Pero hay que ir paso a paso. Sin prisas. Tenemos muchas semanas por delante». El primer objetivo (que también comparte Pedro Sánchez) es «masacrar polítimente» al aspirante del PP a presidente del Gobierno. Tienen la intuición de que finalmente «no será Rajoy, porque cuando se vea perdido es posible que renuncie y lance al ruedo a Soraya. Pero la jugada no les saldrá bien». Caso de ser Rajoy el aspirante «se le montará un festival Bárcenas de órdago».

Una vez descartado el PP, la oportunidad será para Pedro Sánchez. «Tiene problemas internos porque Susana Díaz no nos puede ver ni en pintura y presionará a su secretario general para que no llegue a un pacto externo con nosotros. Pero Díaz olvida que buena parte del PSOE se pondrá del lado de Sánchez ya que ven celos por parte de la presidenta andaluza hacia Sánchez». Para Podemos «este candidato puede garantizar la gobernabilidad, aunque sea en minoría. Tiene capacidad de diálogo para entenderse con los nacionalistas, tanto vascos e incluso con los catalanes. Además, Ciudadanos, por sentido de Estado, también puede apoyar a este Gobierno. Ahora ésta parece ser la única salida. La propuesta de Francina es lógica».

De lo que están seguros en Podemos es de que «no se formará un Gobierno PP-PSOE. Siendo egoístas, ya nos gustaría a nosotros, porque el PSOE firmaría su acta de defunción. Pero Sánchez, por mucho que le presione Susana Díaz y parte del poder mediático madrileño, no picará».

La primera clave para ver hacia donde van los tiros se verá cuando se constituya el Congreso y a quién se elegirá como presidente. Allí comenzará a establecerse la correlación de fuerzas y el grado de implicación de cada partido. «Todo pasito a pasito. Además, los 17 diputados independentistas catalanes acabarán por integrarse en la nueva dinámica de Madrid. No podrán resistir la tentación. Ganas de ajustarle las cuentas a Rajoy no les faltan. Y esta dinámica se convertirá en integradora para los catalanes, de manera al principio inconsciente. Cuando vean y respiren un Congreso que no les desprecia ni les es hostil, puede que cambien muchas cosas. Los catalanes necesitan cariño y trato de igual a igual, cosa que no han tenido por parte de los mandarines de siempre en la capital».

Esta solución balear, amplia, dialogante y respetuosa con posicionamientos dispares e incluso contradictorios «podría tener éxito en el Madrid hasta ahora de la altivez, abriendo de verdad una nueva era política, que es la que desea la gente, harta de prepotencias y paternalismo barato e interesado por parte del poder central».