José Ramón Bauzá. | Teresa Ayuga

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Bauzá se ha despedido de todas las maneras imaginables. Pero no se va. Ha acudido al último Comité Ejecutivo...a la última Junta Directiva...se ha despedido por carta de todos los militantes,..Pero vuelve. «Ya está otra vez aquí», le comentó un militante a otro el pasado lunes cuando le vieron entrar, tan campante y sonriente, como si el terremoto acontecido no fuera con él. José Ramón se fue a la planta noble «a recoger papeles». Por el camino que lleva, Bauzá no dejará ni una goma de borrar que hayan tocado sus manos en la calle Palau Reial.

Y mientras Bauzá hace cajas a ritmo lento, el nuevo presidente, Miquel Vidal, observa el espectáculo como si nada hubiera cambiado. No es para menos. La planta baja, desde el primero al último de los despachos, y hasta la más humilde silla, está todo ocupado por los rodriguistas, que son los amos y señores y como tales se comportan. Y arriba está José Ramón escudriñando documentación y «llevándose lo que considera conveniente. Nadie le dice nada. Sigue moviéndose como perro por su casa».

La pregunta que se hacen algunos es :«¿Dónde queda la autoridad de Vidal?». De momento la tiene toda por delegación expresa de Madrid. «Pero dentro del partido tendrá que ganársela él. Pegando golpes sobre la mesa si es preciso cuando llegue el momento oportuno. Si no lo hace, y con los regionalistas otra vez concentrados en sus cuarteles de la Part Forana, la sede continuará en poder de los rodriguistas y de las idas y venidas del compilador de documentos».

Muchos no entienden la postura de Bauzá. «Cuando alguien se va, deja el cargo, desaparece y punto. Pero él lleva dos meses diciendo que ahueca per aparece y resucita». Como expresidente, como senador y como presidente de la Junta Local de Marratxí (de este cargo no ha dimitido), puede presentarse a muchas reuniones de la dirección «perfectamente compinchado con los rodriguistas. Veremos hasta qué punto se ha ido cuando llegue la hora de la verdad».

La tarea de Miquel Vidal no es sencilla. Tiene que preparar las elecciones generales y poner los pilares del congreso regional del 2016. «La lógica dice que deberían dejarle respirar y ejercer de presidente tranquilamente, ejerciendo su autoridad y mostrándose como lo que es: un número uno, transitorio, pero número uno». Sin embargo, la impresión en la sede es que «intentan hacerle el bocadillo y dejarle sin margen de maniobra. Hay más de uno que está temeroso de que se muestre muy condescendiente con los regionalistas, a los que ni Bauzá ni Rodríguez no pueden ver ni en pintura».

La pregunta es: «¿qué excusa se le ocurrírá a Bauzá para hacer acto de presencia en Palau Reial cuando ya se haya llevado todas las cajas repletas de papeles y dejado la planta noble limpia como una patena?». Esa es la incógnita, porque cada vez hay más convicción de que «este no se baja del carro ni a empujones».