Encarna Cortés. | Jaume Morey

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Encarna Cortés vive en Son Banya con sus seis hijos, que a diario deben coger el autobús para ir al colegio en el Coll d’en Rabassa. Cortés asegura que «si tuviéramos una escuela en Son Banya los niños irían más a clase».

Ésta es la principal reivindicación de esta madre de familia que se queja porque «no nos quieren ayudar con los libros de texto ni con nada. Estamos abandonados». Cortés se muestra también muy crítica con el trato que reciben algunos de sus vástagos en la escuela y asegura que «es mi hija mayor la que tiene que enseñar a la pequeña lo que no le quieren enseñar en clase».

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Cortés explica que si la «ayudaran más no tendría problemas con asistentes sociales ni con nadie», y prioriza que sus hijos se queden en el barrio a que tengan que ir cada mañana en autobús al colegio, a pesar de tener que estudiar en un entorno que actualmente deben compartir con ratas enormes. «Un día a mi suegra le atacó una rata y no se la podía quitar de la pierna. Es un peligro para todos, pequeños y mayores».

En diciembre de 2010, el colegio de 2.000 metros cuadrados que estuvo en pie durante cuarenta años en Son Banya, fue demolido como parte del plan de desmantelamiento del poblado. El colegio estuvo en pleno funcionamiento como centro educativo hasta finales de los años ochenta y durante los últimos años que estuvo en pie se destinó a local para realizar talleres ocupacionales.

También cree necesario que «se limpien las calles y nos ayuden a arreglar las casas». «Para poder cerrar la puerta de mi casa tengo que poner unas sillas desde dentro para que no puedan entrar. Antes, el Ajuntament de Palma nos ayudaba, ahora ni eso».