Aspecto que tenía s’Arenal a comienzos de la década de los años 50, cuando era una costa con kilómetros de playa virgen. | FAM

TW
41

La presentación, esta semana, del Plan de Reforma Integral (PRI) de la Platja de Palma, pendiente de la aprobación definitiva por parte del Consell, parece que pretende volver a los inicios de un enclave que fue el embrión de la industria turística de Mallorca.

Desde Can Pastilla a s’Arenal de Llucmajor –con sus correspondientes escalas en Las Maravillas, Sometimes, La Porciúncula, ...– fue, desde los años 60 del pasado siglo en adelante, el campo de experimentación de la explotación del turismo en la Isla al socaire de un régimen franquista necesitado de divisas y de generar puestos de trabajo para dejar atrás las penurias económicas de la posguerra.

La imágenes no dejan lugar a dudas sobre qué era lo que, a partir del año 2000, a iniciativa del secretario de Estado de Turismo Germán Porras, se conoce ahora como la Platja de Palma: un inmenso arenal. Son muchos los palmesanos y vecinos de s’Arenal de Llucmajor que todavía recuerdan cómo era aquel litoral preturístico cuya fisonomía cambió, de manera radical, en muy pocos años.

Fue a mediados de los años 60 cuando se produjo la auténtica explosión de la Platja de Palma como principal destino turístico de Mallorca, una zona que cumplía con todos los arquetipos de una España que ofrecía sol y playa a buen precio a toda Europa. Era la época de los souvenirs a base de sombreros mejicanos, corridas de toros en el Cortijo Vista Verde, paseos en dromedario y burros vendiendo botijos.

Fueron los años de un Son Sant Joan recién estrenado al que llegaban aviones chárter repletos de turistas, los cuales se alojaban en hoteles que se abrían con la pintura todavía húmeda. Todo era frenético, las dunas desaparecían bajo las nuevas construcciones. El paisaje, y el medio ambiente, sucumbía ante la necesidad de conseguir un progreso económico que evitase la emigración como única alternativa para lograr salir adelante.

Trabajo a destajo y también diversión, que los picadors supieron pronto de los alicientes del turismo en Mallorca.
El nuevo PRI de la Platja de Palma prima, por encima de todo, otra vez el monocultivo turístico desde Can Pastilla a s’Arenal, reduciendo incluso el actual número de vecinos. Los hoteleros vuelven a interesarse y prometen una lluvia de inversiones. Nuevos complejos comerciales y establecimientos de lujo quieren recalar en una zona que hace más de una década se decía que no tenía futuro, ‘madura’ en opinión de los expertos.