La unidad móvil de emergencia de la Cruz Roja, que patrulla cada noche por Palma para auxiliar a las personas que viven y duermen en la calle. | Pere Bota

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El año 2014 está confirmando la triste tendencia de los últimos 3 o 4 años de que cada vez hay más gente viviendo y durmiendo en las calles de Mallorca y, sobre todo, de Palma. El año pasado se agravó la situación y en los seis primeros meses del presente año el número de personas detectadas es aún superior.

De las 635 personas atendidas en este primer semestre por la Unidad Móvil de Emergencia Social (UMES) de Creu Roja, 240 están en la calle de forma permanente. Otras 318 personas viven a la intemperie con carácter temporal y las 77 restantes o preveían quedarse pronto en la calle, por lo que acudieron a la entidad, o no viven en la calle pero pasan muchas horas en ellas por la noche, caso de las prostitutas. En todo el año 2013 se atendió a 1.035 personas, por lo que todo apunta a que este año se superará esta cifra con creces. «La situación se está cronificando, porque muchas personas que perdieron su trabajo en los primeros años de la crisis ahora ya se han quedado sin ayudas de cualquier clase», explica Marga Plaza, coordinadora de la UMES.

Esta unidad atiende cada mes a una media de 112 personas que viven y duermen en las calles de la capital balear. La cifra es muy superior a la registrada al inicio de la debacle económica, en 2008, cuando en las calle de Ciutat pernoctaban 50 o 60 personas de forma fija. Pero el número de atendidos supera los 200 cada mes si se tiene en cuenta también a las personas sin hogar temporal y a las que no se encuentran en situación de calle.

La UMES, creada en 1999, ofrece atención diurna y nocturna a los indigentes. El trabajo que realiza con todas estas personas es variado y va desde las charlas de compañía (por las noches), acompañamientos, seguimientos, dispensación de bebida caliente, entrega de alimentos (básicamente galletas) o mantas.

Pero el servicio no acaba ahí, también se les dispensan preservativos, se les intercambian jeringuillas, se les ingresa en albergues o se les deriva a recursos sociales y sanitarios. Igualmente, en función de las posibilidades, se ofrece asesoramientos sobre cursos sociales y sanitarios.

Las personas consideradas sin hogar permanente normalmente no quieren ir a ningún centro de acogida o no son aceptados en ellos por haber sido expulsados. Las personas sin hogar temporal suelen entrar y salir de los centros de acogida o, por problemas familiares, de su hogar.