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Los bares y restaurantes fueron los grandes beneficiados de la declaración de la infanta Cristina ante el juez Castro. El resto de comercios de la zona sufrió los cortes de tráfico y la movilidad de las personas, ya que para acceder a cualquier lugar era necesario estar debidamente acreditado y esperar a que un policía te acompañara a tu lugar de destino, de ahí que mucha gente optara por quedarse en su casa. En cambio, lugares como el restaurante Suprem o el Oratori hicieron una buena caja. «Hemos trabajado muy bien todos estos días -nos decía Paula, de Es Suprem-, el restaurante ha sido una gran sala de prensa durante toda la semana, el viernes había cables por todos sitios y tuvimos que instalar alargadores para que los periodistas pudieran conectar sus equipos». «Para nosotros -comentaba David, del Oratorio- el tiempo de descanso fue genial, servimos más de ochenta menús, fue un no parar».

Dificultades

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Pero no todos los comercios de la zona que estaban abiertos tuvieron tanta suerte la mayoría sufrieron el exceso de medidas de seguridad y apenas si hubo negocio, este fue el caso de la librería Quars, en la mismo calle Parellades. Clara, una comercial, nos comentaba que apenas entraron 4 personas y ni siquiera al dueño le permitieron entrar, es más, muchos policías les decían a nuestros clientes que estábamos cerrados. Para nosotros, un día perdido sin ningún ingreso».

Algo parecido le paso a Angela, la propietaria de la tienda Capi Cua, que nos comentaba que sólo recibió la visita de una clienta que era de uno de los bares de al lado, «demasiada vigilancia, y eso espanta a la clientela». Sin embargo otros negocios algo más apartados del juzgado no tuvieron tantos problemas, y así, en el Estanco 110, esquina con Avenidas, María José, una de las dependientes, aseguró que «trabajamos como cualquier otro sábado». Algo parecido le ocurrió a la tienda de salud Yerbabuena, casi al final de la calle Jeroni Antich.