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Son negocios familiares, pequeños y que luchan a diario para sobrevivir a la crisis y a las grandes superficies. Hace años que las ferreterías tradicionales tienen que hacer frente al reto de adaptarse a una nueva realidad: el boom de la construcción ha pasado y en los últimos tiempos se han instalado en la Isla grandes marcas del sector que suponen una «competencia feroz». Ante este escenario, reivindican el tratamiento «diferenciado y especializado» que ofrecen al cliente.

Las ferreterías de Palma son las que atraviesan más dificultades. «Las que están ubicadas en las zonas costeras resisten mejor, gracias a la actividad turística», sostiene el presidente del Gremi de Ferreters de Pimeco, Miquel Janer. Sin embargo, en el interior de la Isla y en la ciudad estos negocios «están desapareciendo».

Testimonio

Joan Mayol es el propietario de la Ferretería Mayol, ubicada en la calle Manacor, de Palma, desde hace 34 años. Ha vivido en primera persona la evolución del sector, que en la actualidad capea sus momentos más complicados. «Los jóvenes de hoy en día no tienen en mente ir a comprar a una ferretería», lamenta, al tiempo que reconoce que luchar por sobrevivir es muy complicado. Se refiere a su obligación de comprar a más de un proveedor porque «hemos de tener una gran diversidad de productos» ya que «es lo que nos caracteriza», afirma. «Tenemos productos que solo se venden dos o tres veces al año, pero debemos tenerlos», indica Mayol. En este contexto, Miquel Janer explicó que la mayoría de ferreterías «prácticamente sólo despachan tornillos y objetos pequeños», que frecuentemente no se encuentran en otros establecimientos.

Ante este escenario, temen por su futuro. Actualmente apenas tienen personal contactado y se alían entre si para pertenecer a un grupo de compra y así «poder competir con los grandes». «Sólo buscan rentabilidad y revientan precios cuando quieren», critican los propietarios de las ferreterías. De todos modos, Joan Mayol considera más preocupante la competencia en «horarios y aparcamientos». «Son aspectos contra los que no podemos luchar», indica, por lo que reclama un «mayor apoyo institucional». En cualquier caso, son conscientes que a día de hoy el sector tiene que hacer un «esfuerzo» para poder sobrevivir.