La presencia de algunos aparcacoches puede intimidar a los residentes de la zona. | Teresa Ayuga

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Pedro hace unos diez años que trabaja como ‘gorrilla’ y su presencia es bien recibida por los vecinos. Incluso, uno de los residentes de la adinerada zona de Palma que frecuenta le tramita los papeles para que pueda cobrar una pensión: «En esta calle los ‘gorrillas’ damos seguridad. Aquí echamos a los sinvergüenzas; no los queremos», cuenta.

«Son ellos los que han traído la mierda, los que roban y meten follón. Primero la hacen y después la pagamos nosotros», se lamenta. Y razones no le faltan dada la picaresca que acompaña a estos personajes. El timo de la rueda pinchada o del falso reventón inducido por un globo en el tubo de escape son más que conocidas estrategias para aprovecharse de los incautos conductores.

Okupas

Mientras Pedro atiende servicial a los vecinos de su preciada calle, en otro punto de la misma área, las hermanas Marchica y Simara intentan sacar apenas cinco euros por día para pagarse la comida.

De nacionalidad rumana, sonríen abiertamente con sus dientes de oro. «Hace dos años que llegamos a Mallorca y por el momento estamos bien», explican. Originarias de Bucarest, estas mujeres viven con sus compañeros de okupas en la zona del Lluís Sitjar. «Sólo necesitamos sacar unas monedas para comer», justifican, pero los residentes también tienen que pagar por el tíquet de ORA y algunos consideran su presencia un abuso.

Al final, la supervivencia del ‘gorrilla’ dependerá de las quejas del vecindario. Así se recogerá en la nueva ordenanza cívica del Ajuntament de Palma, que el teniente de Alcalde de Turisme, Álvaro Gijón, y el regidor de distritos Centre y Platja de Palma, Joan Pau Reus, presentaron a la Federación de Asociaciones de Vecinos.