Voluntarios de Mallorca, limpiando el chapapote que impregnó la costa gallega. Trabajaron desde diciembre de 2002 hasta mayo de 2003. g Fotos: J. TORRES | J. TORRES

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Alrededor de un millar de voluntarios de Balears participaron a finales de 2002 y en 2003 en la retirada de miles de toneladas de petróleo vertidas en la costa gallega tras el hundimiento del buque Prestige. Desde diciembre a mayo, cada semana viajaron a Galicia grupos de 40 o 50 personas. Algunos, incluso, repitieron. Once años después ha sido dictada la sentencia, que absuelve a los acusados de provocar el mayor desastre ecológico del país y elimina las posibles indemnizaciones millonarias a los afectados.

Muchos de esos voluntarios critican una sentencia que califican de ‘injusta y decepcionante’. «Cuando uno ha visto este desastre, me parece ridícula la sentencia, muy poco para el gran daño que se hizo. La sentencia es decepcionante no tanto por no incluir penas de prisión, sino por la responsabilidad civil sobre el daño causado», afirma Antoni Torres, coordinador de los voluntarios que viajaron a Costa da Morte.

Tarde y mal

Dani Mut, de Palma, estuvo dos veces como voluntario. «Una de las catástrofes más grandes de España se ha ido de rositas. Es triste. Esta sentencia llega tarde, no se depuraron las responsabilidades en su momento. De errores se aprende, pero es una pena aprender así. Esta sentencia no se la esperaba nadie. Ha llegado tarde y mal. No ha prescrito porque Dios no lo ha querido. La Justicia es muy limitada. Debería ser más real y activa», afirma.

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Francisca Rosselló es de Binissalem. Recuerda cómo viajó de Mallorca a Galicia para limpiar el chapapote de las costas gallegas. «Nosotros, que fuimos a limpiar allí, vimos y sentimos la catástrofe. La sentencia me parece horrible, decepcionante. Una sentencia justa habría, por lo menos, reparado económicamente el daño hecho a toda la gente afectada. Ya no creo en la justicia, ha fallado. Estamos en un país en el que el poderoso lo tiene todo. No se ha tenido en cuenta nada, se ha reído de todo el mundo. El desastre ocurrió hace años, pero el recuerdo está. No es justo», señala.

El mismo mensaje lo comparte Diana Alonso, que califica la situación que vio y vivió como «desastre». «Hubiera sido importante que la sentencia penalizara este delito contra el medio ambiente. Aquello era un desastre. Yo estuve en los últimos reemplazos. Estábamos hasta las cejas de chapapote. El Gobierno debería asumir su parte y ayudar a la gente que perdió su medio de vida durante muchos meses. Las cosas pasan y alguien tenía que haber asumido las consecuencias», afirma.

Miguel Bennasar, enfermero de Felanitx, califica de «barbaridad» la sentencia. «Se pone en tela de juicio otra vez el tema de la justicia. No hay responsables nunca de nada. Que salgan todos libres y que no haya responsabilidades significa que cada uno puede hacer lo que quiera. Además, no se tiene en cuenta todo el daño sufrido por la población».

Injusta

Como Tina Torrens, todos realizaron su trabajo de corazón, junto a la gente. «Pero la justicia no ha sido justa. Debería haber habido indemnizaciones porque mucha gente perdió muchísimo. Esto puede volver a ocurrir. Parece que con el paso de los años ya nos hemos tenido que olvidar de lo que ha pasado, pero a la gente de allí no se le olvidará nunca. Yo lo viví con mis propios ojos, junto a la gente, fue una experiencia única, inolvidable. No sé qué ha fallado, pero ¿ahora qué va a pasar? Me hierve la sangre que todo termine así, me entristece bastante por la gente que ha sufrido tanto».