Las discotecas tendrán que controlar más que no se expanda el ruido al exterior. | S. CASES / P. BOTA

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El borrador de la ordenanza del ruido y las vibraciones que ha redactado Cort obliga a los locales de ocio nocturno a tener un aislamiento mayor para garantizar que no se moleste a los vecinos. Fuentes municipales explicaron que la nueva normativa no se centra en los decibelios que podrán emitir sino en el nivel de ruido que percibirán los vecinos. Por ello, en las salas de fiesta, salas de baile, discotecas, café-cocierto y otros locales autorizados con música en directo se parte de un supuesto de que se emitirán 100 decibelios de ruido para calcular el aislamiento.

Desde el gobierno municipal reiteraron que la nueva ordenanza permitirá garantizar el máximo descanso de los vecinos, ya que además de utilizar criterios más «rigurosos y garantistas» impone sanciones mucho más elevadas. En concreto, oscilarán entre 600 y 300.000 euros frente a los 150 y 600 de la ordenanza en vigor.

Más ruido, según el PSOE

Los socialistas hacen otra interpretación de la ordenanza y denuncian que «las discotecas, cafés concierto o locales con actuaciones musicales podrán aumentar el nivel de ruidos un 25%». La portavoz del PSOE en Cort, Aina Calvo, puntualizó que han analizado el borrador con técnicos, aunque reconoció que la interpretación puede ser errónea lo que supondría que habría que mejorar su redacción; actualmente se encuentra en fase de sugerencias.

En conjunto, Calvo hace una primera valoración «negativa» del borrador porque «Palma será una ciudad con más ruido». Por ello, propone que Ciutat siga con la ordenanza en vigor desde 1995.

Además, denuncia que el decreto ley del Govern «suspende toda la normativa municipal en materia de ruidos» y «prohibe a los ayuntamientos establecer límites más restrictivos» al tiempo que les obliga a «asumir como propios los niveles mínimos establecidos en la ley estatal». En su opinión, «la ciudadanía de Palma queda desprotegida ante el aumento de ruido por imposición del Govern que ata de manos a los ayuntamientos para fijar límites que se adapten a su realidad y el alcalde Isern calla y consiente una ciudad con más ruido, calla y permite que los ciudadanos pierdan garantías».