Salinas, ayer, en el mirador del Palau Episcopal durante la entrevista en la que abordó los temas más candentes de la Diócesis mallorquina. | Joan Torres

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No pone reparos a ninguna cuestión, una actitud antagónica con su predecesor en el cargo. El obispo Salinas no teme el contacto con los medios de comunicación, aunque advierte que «no hay un borrón y cuenta nueva» con la etapa de Jesús Murgui, pero anuncia que «los cambios tienen que ir en dirección a abrir un diálogo con la sociedad sin olvidar la aportación de la Iglesia».

—¿Cuál es su primera impresión de la Iglesia mallorquina?
—Me he sentido muy acogido, la gente me desea suerte. Lo comparo con un día luminoso de primavera. Esta Diócesis es muy diferente a la de Tortosa, aquí hay mucha pluralidad y una tradición de fe muy viva. He visto gente joven en las iglesias.

—Se habla de un clero dividido...
—No lo he percibido así, aunque hace poco que he llegado. Pienso que el de Mallorca es un clero que se siente muy vinculado a la sociedad a la que sirve y con un gran aprecio a la lengua y cultura propia. Esto puede ser causa de una diversidad respecto a determinados sectores de la sociedad, muy marcados por la llegada de inmigrantes. Todo ello genera una interacción que no ha concluido. De todos modos, valorar y apreciar la lengua propia no significa un determinado posicionamiento político.

—La gestión de Murgui no estuvo exenta de críticas, en especial por sus silencios y el papel del vicario general, Lluc Riera...
—Cualquier gestión es criticable, pero estoy convencido de que el tiempo dará la razón a la labor del obispo Murgui, con independencia de su carácter que le marcó en su comunicación con la gente. No creo que lo hiciese todo mal y admito que con mi llegada se abren nuevas expectativas, pero no habrá borrón y cuenta nueva.

—¿Habrá cambios en la cúpula?
—Si lo considero necesario los haré. Hay personas que puede que ya han cubierto su misión. Entiendo que los cambios tienen que ir en dirección a la apertura de un diálogo con la sociedad sin olvidar la aportación de la Iglesia. El problema es que hay un desconocimiento de la evangelización, nuestra misión es más espiritual que social.

—Disculpe. Las colas de personas que acuden a los comedores sociales no dejan de crecer. Hay personas que lo están pasando muy mal...
—Nosotros no somos el Estado. No tenemos esta obligación. Nuestra misión es moral sin olvidar una visión crítica y ética de los gobernantes y los empresarios. La Iglesia no tiene oro ni plata, tenemos a Jesucristo. De todos modos, la persona es lo primero y por eso Cáritas realiza una labor tan importante. La Iglesia no tiene que decirle al Gobierno qué política económica tiene que hacer.

—Hay un sector de la sociedad que reclama que la Iglesia deje de tener privilegios y que pague impuestos...
—Es posible que se tenga que redefinir la relación entre la Iglesia y el Estado, pero ahora tenemos la misma consideración que cualquier otra fundación y nuestro principal sostén llega de la asignación del 0,7 % del IRPF. Un sacerdote cobra poco más de 1.100 euros mensuales y la pensión media es de 640 euros. Nosotros queremos ser tratados como el resto, pero también contribuimos. En este debate hay un punto de demagogia.

—¿Un homosexual puede ser católico?
—Un homosexual puede ser católico.

—Entonces, ¿qué razón hay para que la Iglesia no admita que se casen?
—La orientación homosexual no determina su conducta moral. Pienso que no es necesario un replanteamiento general de la Iglesia en este tema, el matrimonio es la manera estable y segura de dar la vida; ésta es la meta. Lo fácil sería decir que cada uno haga lo que quiera. La Iglesia les pide a los homosexuales que renuncien al ejercicio de su sexualidad.

—Cada ves hay menos fieles en las iglesias...
—La fe se ha debilitado, no sólo la moralidad. Nos tenemos que preguntar si estamos solos o si Dios existe. Este es el problema.

—Da la impresión que no se da respuesta a lo que reclama la sociedad actual...
—El tiempo lo matiza todo y los problemas concretos son los de cada persona, hay muchas formas de estar en la Iglesia. Admito que no me veo capaz de señalar a nadie.

—¿Por qué le cuesta tanto a la Iglesia pedir perdón?
—No le cuesta, lo que ocurre es que el sentido histórico actual no es el de antes. Tampoco se puede olvidar que cuando pide perdón se le castiga más. El Papa lo tiene claro, lo primero es la víctima y el prestigio de la Iglesia está vinculada a este actitud. La condena de los casos de pederastia por parte del Vaticano ha sido radical.

—No quiero ser superficial, pero la ‘paloma’ del Espíritu Santo pasa de largo cuando se trata de nombrar un obispo mallorquín...
—Yo no nombro los obispos, debe ser que el Papa considera que no es lo oportuno. En València el arzobispo tampoco es valenciano y el clero entiende que así es más libre. Lo importante es que ame su tierra y su gente. Yo espero estar mucho tiempo en Mallorca.

—¿Qué tal su relación con el Cabildo de la Seu?
—Cada semana celebraré la misa de las nueve con uno de ellos. Su estilo de gobierno de la Catedral es muy oportuno y actual. Veo un Cabildo abierto y deseo que siga siendo así.

—Por cierto, ¿le gusta el retablo de Barceló?
—La primera vez que lo vi no supe qué decir. De entrada no me emociona, lo voy entendiendo a medida que lo voy conociendo. Lo que me sobrecoge es el altar mayor de la Seu, es impresionante con el baldaquino.

—¿Qué le sugiere la actualidad política (independentismo, Monarquía, ‘caso Nóos’, los ‘papeles de Bárcenas’, ...)?
—Creo que hay una gran confusión. Cuando parecía que se vislumbraba una salida de la crisis cae todo esto de la que no se salva nadie. Francamente, no sé si el Gobierno acierta con su actitud.