Javier Salinas, obispo electo de Mallorca, en su último acto oficial en la Diócesis de Tortosa. | Carles Domènec

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«El mejor equipaje para Palma es ir cargado de la alegría interior que he recibido en Tortosa». Así se expresó el viernes el obispo electo de Mallorca, Javier Salinas, que tomará posesión en la Seu el próximo 12 de enero, en su última comparecencia pública en Tortosa, la ciudad en la que ha vivido como responsable de su diócesis durante 15 años.

Javier Salinas bendijo las nuevas instalaciones de la residencia de ancianos Sant Miquel Arcàngel y recorrió el inmueble, saludando y despidiéndose. En la segunda planta de un edificio anexo al centro ha tenido su vivienda.

Recuerdos

«Estoy muy animado por ir a Mallorca pero son días de una enorme reflexión sobre la nueva responsabilidad», dijo el prelado, quien apuntó que «esta residencia acogió la última etapa de la vida de mi madre». El obispo valenciano contará con la compañía de su hermana en Mallorca.

Amigo íntimo de Salinas, monseñor Josep Maria Membrado, presidente del patronato de la Residencia, recordó que «tenemos la misma edad y hemos estado 15 años juntos», y destacó que «el obispo es un hombre casero, a quien le gusta recibir a amigos y pasear por nuestro patio de naranjos».

Membrado comentó que «hemos realizado muchos viajes juntos en todos estos años, como los de la misiones en América donde dormíamos en lugares muy modestos», y aseguró que «nos duele que se vaya después de tanto tiempo pero deseamos que Dios le ayude y acompañe».

En ese sentido, Salinas declaró que «Dios no es una palabra vacía, es amor y se manifiesta a través de las obras», y añadió que «vale la pena vivir de una manera muy intensa, más allá del coeficiente intelectual de cada uno, a partir de la capacidad que tenemos de dar y ser generosos».

Asimismo, reiteró que «en estos momentos necesitamos resistentes porque las guerras las ganan los que resisten con espíritu de lucha», y asumió que «un obispo es un jefe pero no es nadie sin sus colaboradores».

Placa

Los fieles, residentes y amigos de Salinas, que llenaban el salón de actos, observaron cómo éste, su amigo Membrado y el alcalde de Tortosa, Ferran Bel, descubrían una placa donde, por primera vez, ya se advertía el reciente nombramiento de «obispo electo de Mallorca». En los últimos días se han sucedido las despedidas. El alcalde advirtió que «es un acto significativo porque es el último del obispo en Tortosa después de 15 años de mucho trabajo y compromiso con la ciudad y porque ha sabido transmitir ilusión y ganas de promover proyectos, ya que era más fácil no impulsarlos». Bel contó que «cuando esté en Mallorca, debe pensar que aquí deja a mucha gente querida».

Trabajadores del centro de ancianos y residentes destacaron el trato próximo de Salinas. «Es una persona emprendedora a nivel de diócesis y cercana, que ha sabido tener una relación excelente con las administraciones de Catalunya y Valencia y que no tendrá ningún problema para adaptarse en Mallorca», significó Joaquim Amaré, secretario en la fundación de la residencia.

«Ha llevado a cabo muchos proyectos en Tortosa y propiciado que la Iglesia no retenga su patrimonio e invierta para el bien común, acercándolo al pueblo», aseguró Maite Martín, asesora económica del obispado de la capital del Baix Ebre. Salinas, como administrador apostólico de Lleida, se vio envuelto en el litigio entre las diócesis de Lleida y la de Barbastro-Monzón sobre 113 piezas del Museo Diocesano de la capital catalana, reclamados por los oscenses. El Vaticano falló a favor del obispado aragonés.

Entre saludos afectuosos y despedidas, Salinas visitó el nuevo comedor del centro a la hora del almuerzo de algunos residentes. La animadora Encarna González recalcó que «nos apena mucho su marcha porque después de 15 años es uno más de esta casa y es una persona muy familiar», y subrayó que «siempre ha estado con nosotros cuando lo necesitábamos».

Joan Servera, de 91 años, expuso que «es un hombre noble y abierto que acepta los comentarios», y Joan Alegria, que llegó hace 10 años a la institución y se encarga de redactar reportajes sobre las actividades de los residentes que publica en la revista del jubilado, mostró «una gran pena porque nos quedamos un poco desamparados», e insistió en que «yo solía bromear con él, quien por cierto me casó a una nieta». Las trabajadoras ecuatorianas Laura Maiguá y María Belén Herrera, acompañadas por José Salvador, presidente de una cofradía formada recientemente en Tortosa, apuntaron que «lamentamos mucho que se vaya porque ha sabido guiarnos pero entendemos que es su oficio».