Un grupo de funcionarios ha pitado a las autoridades durante el acto. | Pere Bota

TW
60

Numerosos funcionarios del Ajuntament, Consell y Comunitat, vestidos de negro, tocados con gorra del mismo color, se reunieron anoche en la plaza de Cort. El motivo era el de manifestarse, cosa que hicieron sobre todo sonoramente. Primero, cantando un largo villancico en el que la letra hacía hincapié en los recortes, y cuando el alcalde Isern y la medallista olímpica, Brigit Yagüe, salieron al balcón para proceder al encendido de luces, con insultos de ladrones, chorizos, y así. Insultos que se prolongaron hasta después de la inauguración del Belén, que había sido instalado en el zaguán, al que no pudieron entrar debido a que agentes del Cuerpo Nacional de Policía, en la puerta, lo impedía. A todo esto, algunos padres, ajenos a la manifestación, se quejaban de que «quien paga todo esto son los niños, lo cual es lamentable».

Hay que decir que antes de pronunciarse los funcionarios de forma tan sonora como lo hicieron, estaba tocando la Banda Municipal de Palma, que no sabemos si luego, cuando el vocerío que se organizó la acalló, o si tuvieron tiempo para terminar su repertorio antes de que comenzaran los insultos y otros sonidos.
Por la puerta de atrás

Cuando todo parecía que iba en camino de calmarse, los improperios arreciaron de nuevo. Fue en el momento en que tres concejales salieron del edificio de Cort con la intención de ir al Casal Solleric. Desde ahí, hasta las mismísimas puertas de éste, alrededor de un centenar de funcionarios les gritaban e insultaban, a la vez que mostraban pequeños carteles en los que se leía Polítics ineptes, a ca seva, Prou d’estafadors mentiders, Si no robassin tant, no haurien de pegar retallades, etc. La gente sentada en las terrazas de los bares o la que estaba en el interior de los establecimientos, comprando seguro que alucinaron viendo el espectáculo, o si no, sorprendiéndose por lo que pasaba. Realmente, no se entendía por qué era, pues no es habitual en una ciudad como Palma ver a tres o cuatro personas seguidas por cincuenta o sesenta que les van voceando. Y menos mal que entre los políticos y sus seguidores se colocaron ocho policías, que de lo contrario hubieran escuchado mucho más cerca esas voces.

Una vez en el Casal Solleric, un cordón policial impidió la entrada de los manifestantes en su interior, por lo que estos siguieron cantando villancicos y lanzando más improperios frente a su puerta, lo cual obligó al alcalde y a otros concejales a que accedieran en el recinto por la de atrás.