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Desde su soleado piso palmesano, Nick Carter disfruta de un retiro dorado. El descanso del guerrero. Porque aunque a sus 87 años podría pasar por un jubilado británico más, William Nicholas tiene un currículum especial: fue comandante de los temidos comandos Gurkhas durante la Segunda Guerra Mundial y combatió a los japoneses y a los nazis. Y por si no fuera suficiente, continuó batallando más allá de 1945: Oriente Medio, la India, Nepal, Omán, Jordania o Kenia. Un detalle: durante la entrevista no se separó ni un momento de su cuchillo Gurkha. Su mejor amigo.

«Nací en 1923 en Bombay y me eduqué en el Loyola College de Madras. En diciembre de 1941 los japoneses atacaron Pearl Harbour y la guerra se extendió al Pacífico. Ese mes, fui llamado al Ejército de la India, que por entonces pertenecía a Gran Bretaña. Yo tenía 17 años y mi vida cambió de golpe. Como la del resto del mundo».

Su primer destino fue Birmania, acosada por los nipones. Había caído la fortaleza de Singapur, que los ingleses creían inexpugnable, y la situación era crítica. En Birmania, Nick descubre la legendaria ferocidad japonesa: «En la jungla la guerra era distinta que en Europa. Ahí no había tanques, sólo mulas y soldados. Por las mañanas luchábamos y de noche se imponía el silencio total. Dormíamos en agujeros y los japoneses nos insultaban durante horas, para que respondiéramos. Si lo hacíamos, localizaban nuestra posición y la atacaban». El comandante recuerda que las cargas se hacían con bayoneta y que las luchan eran cuerpo a cuerpo.

En 1943, regresa al noroeste de la India. Es un respiro momentáneo, porque en junio de 1944 cambia de escenario bélico. A su regimiento de Gurkhas lo trasladan a Italia, para luchar contra los alemanes. «¿Qué cuáles eran más feroces, los japoneses o los nazis? Los dos tenían algo en común: su fanatismo. Nunca se rendían, tenías que matarlos». Nick y su unidad desembarcan en el Adriático: «Allí lo complicado era cruzar ríos y tomar colinas. Participé en la batalla de Faenza, en diciembre de 1944». Hasta que la guerra acabó para él, por culpa de una mina que explotó y mató a varios compañeros. A él le hirió gravemente, y regresó a un hospital de la India.

Se recupera, ya ha acabado la gran guerra, pero para él no hay descanso. La India se independiza y los choques entre pakistaníes e hindúes son sangrientos. «Vi cosas horribles, auténticas atrocidades. Trenes cargados de pasajeros muertos. Fue terrible». Después persigue a terroristas comunistas en Malaya, en una guerra secreta nunca reconocida por Reino Unido, y tras una breve estancia en Hamburgo, recala como instructor en Arabia, contratado por el sultán Sheikh Zaid. En 1957 Nick y sus hombres se despliegan en Jordania, para disuadir a Nasser de que Egipto invada el país. Un año después, el comandante Carter llega a Kenia, para hacer cumplir los tratados de paz. Camaleónico como pocos, el oficial se retira en 1962 y llega a Oxford, donde ejerce de profesor hasta su jubilación definitiva en 1962. Ahora, el guerrero descansa en Palma. Junto a su cuchillo Gurkha, por supuesto.