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Este año se cumple el centenario de la cesión a Palma del baluarte de Chacón, un trozo de las murallas de la ciudad cuya demolición, diecinueve años después, permitió construir la prolongación del actual Passeig de Sagrera que discurre por delante de sa Llotja y el Consolat de Mar.

Fue en 1912 cuando se firmó el convenio entre el Ajuntament de Palma y el Ministerio de Fomento, encabezado por Fermín Calbetón, por el que se materializaba el cambio de titularidad de unos terrenos que venía reclamando desde hacía años la ciudad.

Durante aquellos años, Palma estaba enfrascada en el derribo de las murallas, que se inició en 1902 y se prolongó hasta 1932. Precisamente, el de Chacón fue uno de los últimos tramos de la muralla palmesana que cayó bajo la piqueta y dejó en primer línea el edificio de Can Chacón, que fue sede de ses Minyones junto al Consolat de Mar.

La supresión del anillo amurallado de la ciudad, del que quedan pocos vestigios -sólo los baluartes de Sant Pere y del Príncicep, además del recorrido bajo la Catedral- permitió la ejecución de los planes urbanísticos que aprobó el Ajuntament en 1901, el llamado plan Calvet, que permitió la expansión de Palma hacia los esquemas urbanos más modernos.

El proceso de demolición de las murallas siempre contó con un gran apoyo popular ya que representaba la recuperación para la ciudad de grandes espacios públicos además de, en épocas de depresión, permitir la contratación de numerosas personas en estos trabajos.