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El presunto testaferro de Miquel Nadal, Miguel Sard, se ha declarado como el 'hombre de paja' que medió en su nombre para adquirir el 25 por ciento de la productora Vídeo U, a raíz de las incompatibilidades que impedían al exalto cargo figurar como socio de la empresa. De hecho, ha afirmado que Nadal le entregó un sobre con 300.000 euros de su parte y de la de la entonces presidenta insular Maria Antònia Munar, quien a su vez pasó a controlar otro 25 por ciento a través de otro testaferro.

Así lo ha puesto de manifiesto en una contundente declaración durante el juicio que se celebra desde este lunes en la Audiencia Provincial de Palma, donde se juzga un supuesto desvío de 240.000 euros a la productora tras la cual estaban los dos exdirigentes de UM. Junto a Sard, primo de la mujer de Nadal, se sientan en el banquillo ambos expresidentes del partido nacionalista así como otros siete acusados.

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Tal y como ha incidido ante el tribunal de la Sección Segunda, Nadal, con quien le une «mucha amistad» tras «30 años en mi familia», le acudió a ver en 2004 puesto que quería tener control de una productora con la que poder optar a un canal de la TDT -estaba próximo un concurso para su concesión-, por lo que le sugirió figurar como accionista, a lo que accedió. Según ha señalado, ya entonces le comentó que Munar también quería su parte.

Así las cosas, más adelante Nadal le dio un sobre con 300.000 euros de parte de parte de ambos para que los llevase a la notaría, donde se materializaría la compraventa junto al supuesto testaferro de Munar, Víctor García. «No sé el origen del dinero, ni siquiera si era en negro», ha apuntado el acusado al ser preguntado por la procedencia de la cantidad que el exdirigente de UM le entregó en el sobre.

De hecho, el propio Nadal ya confesó durante la fase de instrucción que fue Munar quien, en su coche oficial, le hizo entrega de los 300.000 euros en metálico para la adquisición de la mitad de acciones de Vídeo U -un 25 por ciento para cada uno-. Ese mismo día, la exdirigente histórica de UM dimitó de la presidencia del Parlament balear y abandonó la política, a la que se había dedicado durante unos treinta años.