El centro comercial, convertido desde el principio en un transitado atajo, presenta ahora una imagen desoladora. | Joan Torres

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A medio camino entre el ajetreo del Olivar y el bullicio de Sindicato languidece el Bulevar Avenidas, unas galerías comerciales que a lo largo de sus más de cuatro décadas de historia se han ido apagando hasta acabar convertidas en territorio fantasma.

La academia de música, la agencia de viajes, el colegio profesional, las tiendas de telefonía, el bar de tapas, la tienda de pulseras magnéticas, la empresa de reformas y mantenimiento, la cerería y las tiendas de moda han ido desapareciendo con el paso del tiempo. Incluso el estanco decidió mudarse en busca de la clientela perdida.

La única vida que se registra ahora en las galerías es la de los habitantes de sus dos edificios de viviendas y la de los clientes, «de toda la vida», que siguen siendo fieles a la administración de lotería.

Círculo vicioso

Verónica lleva cinco años repartiendo suerte tras el mostrador y ha visto cómo el abandono se iba apoderando del centro. Ella lo tiene claro: es como la pescadilla que se muerde la cola. Si no hay comercios abiertos, no hay viandantes, y si no hay viandantes, nadie se atreve a abrir un negocio.

Además, desde hace unos días, poco después de las seis de la tarde se apagan las luces de los pasillos y el bulevar se vuelve más siniestro todavía.

A Gabriel, que desde hace once años trabaja en solitario en el bar Simoi, le salva que el local hace esquina con la calle José Anselmo Clavé, convertida por las mañanas en un hervidero de gente. Pero a primera hora de la tarde, si no hay clientes, el Simoi cierra sus puertas hasta primera hora del día siguiente.


«Grima y miedo»

Gabriel dice que le da «grima» mirar a su alrededor. Y miedo, «porque no sabes qué te vas a encontrar al doblar la esquina».

Según él, el hundimiento del Bulevar Avenidas llegó cuando la EMT eliminó la parada de autobús del bar Terminal. Los pasajeros que hasta entonces utilizaban el pasaje como atajo desaparecieron y al estanco, un próspero negocio, no le quedó más remedio que trasladarse ‘al exterior'.

Los carteles de ‘se alquila' y ‘se vende' empapelan los escaparates de los locales vacíos, pero nadie parece mostrar el más mínimo interés por establecer ahí su negocio.

Para Gabriel, solo una empresa fuerte, que pueda plantar cara a los grandes almacenes y a las franquicias de los alrededores, podría devolver al centro el esplendor de antaño.