el obispo Jesús Murgui, muy sonriente, saluda a Mateu Isern al finalizar la toma de posesión de la presidenta del Consell. | Teresa Ayuga

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Maria Salom dijo que gobernaría los próximos cuatro años con la «Ajuda de Déu» y cuando vi la media sonrisilla que se le escapó al obispo Jesús Murgui me entraron ganas de ir corriendo a confesar mis pecados. Hubiera debido hacerlo in situ -entre el gentío que abarrotó el Palau Reial vi a tres o cuatro curas de alto rango-, porque llegan tiempos de rezos y crucifijos por doquier y estoy tentada a recibirlos en estado de gracia.

En el pasado, cuando la sequía apretaba, sacaban a los santos en procesión, y en el presente tecnológico, el Partido Popular recurre al Altísimo para conseguir la cuadratura del círculo: una política de austeridad que comienza con subida de sueldos. Cuando la fe prevalece sobre la razón, siempre ganan los mismos, y así se ha escrito la historia de la España insular y peninsular durante siglos.

Después de un par de semanas de discursos, el de Salom resultó decepcionante. Se nota que la presidenta carece del tacto de Bauzá e Isern, que en el ruedo de la política la elegancia torera no es lo suyo. Demostró estilo cero, no sólo con la chaquetilla de manga corta que estuvo de moda en los noventa, sino también al no dedicar una palabrita de reconocimiento al Ejecutivo saliente. La humildad, anunció, será una de las cuatro palabras clave de su agenda. Como no sentí mucha por la zona, imagino que aún no había estrenado la suya.

¡Qué mañanita la de ayer! Entre que los periodistas no podíamos acceder al salón de plenos, lo que nos obligó a colarnos, y la multitud acalorada que ocupaba pasillos y escaleras, casi no pude cumplir el objetivo que me llevó a Palau Reial, los estilismos. Definitivamente, el glamour de esta legislatura lo veremos en el Parlament y Lourdes Bosch (PP), una de sus inquilinas, lo demostró de nuevo con un conjunto Mad Men estilo años cincuenta, en rojo, que incluía casta rebeca. Catalina Soler (PP) hizo bien en ocultar la gran lazada trasera de su vestido de cóctel con un blazer, pues el adorno resultaba fuera de lugar. Gari Durán (PP), en verde esmeralda, acertó con el vestido y los complementos: cartera de rafia a juego, sandalias de ante y collar con flor. Se nota que ella sí sabe. Al contrario que Coloma Terrasa (PP,) quien imitó a Betty Boop con unos zapatos de lunares demasiado frívolos para una ceremonia en la que su jefa exigía sacrificios a diestro y siniestro.

Tras unas agotadoras jornadas de tomas de posesión, puedo adelantar que el alzacuello y el clériman serán tendencia en los días venideros. Y para finalizar, un ruego: que a los ministrils se les exijan unos mínimos: entre los pelucones y las barbas de varios días parecían unos desarrapados.