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Tres de los casi ochenta controladores aéreos de Balears imputados por el abandono masivo de sus puestos de trabajo el pasado Puente de Constitución negaron ayer ante el titular del Juzgado de Instrucción 1 de Palma, Juan Catany, haber realizado un boicot o chantaje al Gobierno al parar los vuelos en los tres aeropuertos de las Islas. Atribuyeron las bajas masivas a una incapacidad «psicofísica».
Imputados inicialmente por el delito de sedición, los profesionales que ordenan el tráfico aéreo rechazaron de manera rotunda que ese fin de semana de diciembre de 2010 secundaran una huelga encubierta y aseguraron que no trabajaron debido a la «tensión y nerviosismo» que se respiraba en los centros de trabajo, es decir, las torres de control.
Blanca Uriarte, Guillermo Hito y Raúl Cabello, defendidos por los abogados Josep Zaforteza, Fernando Mateas, Enric Patiño y Francisco Maroto, respondieron a las preguntas de sus letrados y de la fiscal Amparo González, pero se acogieron a su derecho de no declarar ante las cuestiones planteadas por los abogados de la acusación popular, Llorenç Salvá y de los 8.000 afectados en toda España, Luis Vericat.
Indemnizaciones
Este último pidió al juez que dictara medidas para cubrir las futuras indemnizaciones con los bienes personales de los controladores aéreos, pero el magistrado rechazó la petición por no ser el momento procesal oportuno.
Blanca Uriarte, la controladora que denunció durante el conflicto que la Guardia Civil había entrada en el centro de control de Palma «con pistolas», declaró ante el juez que la actuación de la Benemérica al comunicarles que debían desalojar el centro de trabajo «fue correcta». «Iban uniformados y armados», precisó. «Nadie habló de la posibilidad de acudir la médico para que nos dieran bajas; no tengo conocimiento de que (los controladores) se pudieran de acuerdo para no trabajar», indicó. «No acordamos hacer un boicot», declaró el representante sindical, Guillermo Hito, quien añadió que «aparentemente» el absentismo masivo surgió de forma natural y que, en su caso, al ver la situación de «nerviosismo» que existía en el centro le pidió a su jefe rechazar su turno voluntario. Raúl Cabello, por su parte, dijo que cuando llegó al centro de control el ambiente era «tenso» y «la gente estaba muy nerviosa», y añadió que cuando se puso a trabajar empezó a notar «una crisis de ansiedad importante», por lo que acudió al médico, que le dio la baja.