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Normalidad fue la tónica general en el centro de Palma ayer, primer día de la aplicación de la ley antitabaco. A pesar de la lluvia y el frío, los fumadores aprovecharon las terrazas o salieron a la calle a echar un pitillo o un puro con absoluto civismo, pero sin dejar de hacer una dura crítica a la medida, considerada desproporcionada.

A pesar de la normalidad en el cumplimiento de la ley, la sensación de que «todo vale cuando es por nuestra seguridad» la política es cada vez más intrusiva: «No se pueden pasar el día imponiendo o prohibiendo, tarde o temprano la gente les plantará cara», dijo una señora que no es fumadora.

Silencio, de momento

Los empresarios de bares y restaurantes aseguraron que es prematuro hacer un balance sobre la afluencia de clientela en un día festivo y en época navideña, por tanto habrá que esperar unos meses para que los propietarios de los locales hagan una valoración de la afluencia de clientes tras la entrada en vigor de la citada ley. La mayor parte de los bares y restaurantes retiraron a medianoche del sábado los ceniceros de las mesas situadas en el interior de los locales.

También indicaron con letreros en las puertas de acceso así como en los servicios la prohibición de fumar. Básicamente, el cliente está bien informado ya que será el empresario quien pague la multa en caso de inspección.

Salud a multas

Este punto es uno de los más criticados, ya que muchos propietarios consideran que no sólo se pone en vigor una ley que puede perjudicar su negocio sino que además le obligan con medidas punitivas a hacer cumplir la ley puesto que no hay inspectores suficientes para vigilar todos los locales.

En este sentido, comentó un señor: «España tiene más bares que toda la Unión Europea, ¿cómo van a controlar cuatro gatos que se cumpla la ley? Por esta razón implican a los propietarios de la única forma posible: con multas».