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Los aviones ya despegan de Son Sant Joan y las colas de afectados que atestaban la terminal de salidas han desaparecido, pero pocos son los mostradores que han abierto hoy y los pasajeros llegan con cuentagotas a un aeropuerto en el que la normalidad trata de abrirse paso, pero que aún se resiente.

La apertura del espacio aéreo y la vuelta al trabajo de los controladores ha calmado las aguas en la terminal palmesana, que luce prácticamente vacía en esta mañana de domingo, en un puente que a muchos se les ha quedado atragantado.

Las personas que aguardan hoy en la zona de salidas del aeropuerto de Palma se sienten afortunadas, saben que el hecho de que su vuelo salga prácticamente en hora (todos llevan una media de retraso de 80 minutos) les hace ser unos privilegiados aunque, para ello, muchos han esperado lo suyo.

Es el caso de un equipo entero de fútbol sala, jugadores del Benicarló, que el viernes jugaron un partido en la isla y el cerrojazo de los aeropuertos les pilló con las maletas en el aeropuerto, sin saber dónde ni cómo ni cuándo salir del encierro.

«Nos vamos hoy, por fin», dicen aliviados, mientras esperan la hora de su vuelo sentados en una cafetería en la que ayer era imposible pedir un café y hoy hay sillas más que de sobra. Pero su periplo aún no ha acabado: los responsables del equipo quieren reclamar, después de haber tenido que pagar de su bolsillo el hotel.

Pero cuando van a la oficina de Atención al Cliente de Aena en la terminal se encuentran con que la normalidad que aparenta el aeropuerto no es tal y los efectos del cerrojazo siguen patentes: «No quedan ni hojas de reclamaciones, nos dicen que la pongamos por Internet», protestan, cansados.

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Su alternativa es buscar la Oficina de Consumo que el Govern balear tiene en el aeropuerto y que, durante estos días, ha triplicado su personal: solo ayer tramitaron 600 reclamaciones y hoy, allí siguen.

La gran mayoría de los pasajeros, sin embargo, se resigna, hace cola ante los escasos mostradores que han abierto al público y esperan poder, al menos, aprovechar lo que queda de festivos. Otros, después de horas y horas de aguardar, duermen en las zonas de espera, caminan de un lado a otro y miran las pantallas de información.

El paso de control está vacío, la gente llega a cuentagotas, en grupos de tres o cuatro donde habitualmente hay colas de decenas de personas. Es cierto, Palma no es un destino de invierno y a esto se añade que reprogramar cientos de vuelos no es tarea fácil: «La cosa mejora, pero poco a poco», admiten los operadores turísticos.

Las caras más alegres se ven en la terminal de llegadas. Allí son muchos los pasajeros que afirman orgullosos que ha volado sin problemas y que, como su vuelo estaba programado para hoy, se han librado de ventanillas, colas y reclamaciones.

Otros lucen la sonrisa del triunfo porque han logrado superar todas las pruebas: esperar casi dos días en el aeropuerto, hacer cola, reclamar y hasta viajar a otra ciudad en busca de una alternativa para, por fin, poder abrazar a los suyos o comenzar sus auténticos días de descanso, ganados a pulso.

La reprogramación de vuelos continúa y muchos son los que están en sus casas a la espera de que se les llame para volar en uno de los 251 trayectos que hoy se operarán desde y hacia Palma, donde hasta las 11.00 horas solo ha habido una cancelación.

Una cifra que sirve de botón para mostrar una normalidad incipiente que, hora tras hora, va cuajando en Baleares y en todas las terminales de España.