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Un grupo formado por ocho jóvenes originarios de Sudamérica y el Caribe descendientes de emigrantes nacidos en Balears ha podido mejorar su experiencia profesional o académica gracias a un programa de becas desarrollado por la Fundació Balears a l'Exterior y la Fundación Càtedra Iberoamericana de la UIB.

Ya sea para realizar unas prácticas en empresas durante tres meses o para cursar un máster o un estudio de postgrado presencial en la UIB, este grupo de ocho afortunados han podido mejorar su formación a la vez que han contribuido al mantenimiento de los lazos afectivos que los unen a su tierra de origen. Siendo éste último el primer básico del proyecto desarrollado por ambas fundaciones y que contó con un presupuesto de 73.000 euros para las becas del ciclo 2009-2010.

Los requisitos para los beneficiarios han sido: residir fuera del país como mínimo desde 2003, ser diplomado o licenciado en estudios que les permitiesen optar a los cursos o prácticas y tener 35 años de edad como máximo.
Los afortunados

De las 32 solicitudes recibidas de jóvenes de países como Argentina, Cuba, Chile o Uruguay sólo ocho han podido disfrutar de aprender en aquel lugar de donde salieron sus antecesores para encontrar trabajo.
Posiblemente la historia más anecdótica y evocadora la protagonizan dos chicas de San Juan (Argentina) cuyo bisabuelo nació en Artà. Ellas son primas y se llaman María Laura López y Natalia Maggio López, la primera ha estudiado Medicina y la segunda Psicología y ambas han estado durante tres meses trabajando codo a codo con el personal de Son Dureta.

Laura María y Natalia no escatiman en palabras de elogio hacia lo que han sido sus compañeros durante estos tres meses «en lo que ha sido una experiencia profesional apasionante». A Laura María le ha servido para decidirse de lleno por la especialidad de Cardiología, que es la que ha desarrollado en Son Dureta. Para Natalia ha supuesto una línea más dentro de su currículum como psicóloga infantil, pese a que ha perdido su puesto en el departamento de oncología infantil de un hospital en San Juan, así como el que tenía en un colegio. «Ha merecido la pena, no habría cambiado esta oportunidad por mantener lo de allá», asegura.

Sentimientos

El bisabuelo de estas dos chicas vivió hasta los noventa años así que tuvo tiempo de inculcar a su familia un poco de aquella Mallorca que dejó años atrás, «aunque hablaba poco, era más bien tímido». Prueba de su auténtico carácter mallorquín.

La madre de Natalia es la mayor y toda su infancia la pasó en casa de sus abuelos y para ella estos tres meses han sido « emotivo poder recordar mi historia y mis raices, volver a la fuente».
Laura explica que también han tenido la oportunidad de conocer Artà: «Un pueblo muy chiquitito que me encantó, pudimos estar en el lugar y conocer las cosas que nos han contado desde pequeñas, cuando mi abuela nos preparaba cocarrois, ensaimadas y panades». Ahora las comparten en la casa balear que se fundó hace tres años en su ciudad.