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Es imposible relatar la política balear de las tres últimas décadas sin que aparezca el nombre de Maria Antònia Munar con mayor o menor intensidad, aunque nunca desde la indiferencia. Primera en muchas cosas, en ser alcaldesa en España u ocupar la presidencia del Consell de Mallorca.
Nacida en Barcelona en 1955, Munar se licenció en 1981 como abogada y se doctoró en 1993, pero su auténtica dimensión personal siempre estuvo en la política, a la que llegó de la mano de Jeroni Albertí, primero en UCD y luego en UM.
Su habilidad le permitió sobrevivir al intento de fagotizar UM por parte del PP en 1992, un momento en el que se forjó su figura de política carismática y fría. Implacable con sus adversarios, con los que mantiene unas magníficas relaciones personales, dio el giro nacionalista de UM sin que ello le impidiese pactar, según sus intereses, con la derecha o la izquierda. Hasta ayer.