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J.M.C.
Existe una gran preocupación en los ambientes agrícolas de Sóller, especialmente entre los propietarios de huertos de cítricos, por un hecho que corre de boca en boca: la cooperativa sollerense importa naranjas de Sudáfrica y de la Argentina. En los mercados de Palma y del mismo Sóller se ha llegado al absurdo de que ofrecen naranjas de los países citados y cuando se piden las de Sóller dicen que no tienen, ¡qué cooperativa de Sóller, Dios! Mientras, los frutos de los naranjos mallorquines se pudren en los suelos ante el escaso precio que paga la cooperativa de los agricultores, un precio que ni siquiera cubre los gastos de la recogida del fruto. Durante un año el árbol ha sido cuidado con los riesgos necesarios, fumigado dos o tres veces y podado, según las leyes del buen payés.

Hace unas pocas semanas, El Corte Inglés, con sabiduría, dedicó una semana a la naranja «canoneta», la más típica de Sóller y según los entendidos la más sabrosa y jugosa del mundo. Pese a ello, la «canoneta» es la que se pudre por los suelos. Recordemos que nuestros abuelos decían que fruta que se pudre en la tierra la maldice, ya que es una terrible injusticia y falta del más mínimo respeto hacia el árbol que durante un año la ha cuidado y la ha mimado.

Lo mismo que sucede con la naranja sucede asimismo con el limón, pese a que últimamente se ha hablado y escrito mucho de los grandes propiedades para la salud que posee una limonada.

La gente se pregunta, asimismo, entre enfadada e indignada y especialmente asombrada, para qué sirve una Conselleria de Agricultura presidida por la Sra. Margalida Moner que contempla estos desastres con total indiferencia, porque, claro, -se dice- ella tiene el sueldo seguro, ella y todo el conjunto de asesores que tiene la Conselleria. Para definir esta situación se podría hacer en dos palabras: sueldo=ineptitud.