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La decisión de Joan Thomàs, concejal de UM hasta ayer mismo, de abandonar la formación nacionalista en Calvià y de mantener su plaza de concejal para apoyar al PP vuelve a sacar a la palestra la peor cara de la política: el transfuguismo. Detrás de la decisión de Thomàs existen intereses económicos y urbaníticos, ya que la decisión del edil de UM se produce cuando el pleno del Ajuntament de Calvià debe votar la polémica recepción de la urbanización Santa Ponça Nova. UM se opone -y así lo acordó su ejecutiva- a esta recepción, en las condiciones que propone el PP, perjuidiciales para Calvià y beneficiosas para la familia Nigorra. La decisión de Thomàs de abandonar su partido, sin renunciar a su acta de concejal, debe provocar respuestas contundentes. Carlos Delgado tiene que explicar, por ejemplo, si piensa aprovecharse del voto de un tránsfuga para aprobar la cuestionada recepción de la urbanización y para apoyar posteriores propuestas. O si, por el contrario, destituirá a Thomàs de sus cargos ejecutivos en Calvià, tal como ha anunciado el secretario general del PP balear. Thomàs debe ser consciente de la gravedad de la situación y de las sospechas que recaen sobre él. Si no está de acuerdo con su partido, lo que debe hacer es irse a su casa y dar paso al siguiente en la lista de UM.

La familia Nigorra, con tanta influencia en Calvià, y especialmente sobre su alcalde, tampoco puede quedar al margen de este asunto tan turbio. Al fin y al cabo, el voto del tránsfuga beneficiará claramente los intereses de esta familia. ¿Y qué dice Matas? El president ha repetido que tiene intención de mantener el pacto PP-UM durante muchos años, pero Matas no puede ignorar que lo ocurrido en Calvià puede acarrear graves consecuencias a nivel autonómico. Matas no puede cruzarse de brazos y contemplar lo que sucede como si se tratase sólo de una cuestión interna de UM. O poner en evidencia que se escapan de su control los asuntos de Calvià. En cambos casos cometería un grave error.