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Sólo un día después del rotundo «no» del Congreso de los Diputados a la propuesta de nuevo estatuto político de Juan José Ibarretxe, éste anuncia la convocatoria de elecciones autonómicas en una fecha que probablemente hubiera podido ser la misma de no haberse celebrado el debate del martes: 17 de abril. No se trata, según parece, de sustituir el anunciado referéndum por la convocatoria electoral, aunque sí de aprovechar el posible «tirón» que ha conseguido el lehendakari en su última visita a Madrid. Porque en el País Vasco la comparecencia de Ibarretxe en la tribuna parlamentaria y las respuestas obtenidas por parte de los partidos constitucionalistas -PSOE y PP- han podido percibirse con cierto tono de victimismo. Aquel viejo «Madrid me mata» bien podría aplicarse al papel que el lehendakari está representando en estos momentos, cuando pidió a sus oyentes que no despreciaran la mano que traía tendida.

Es evidente que los comicios pueden plantearse como un plebiscito por parte de los nacionalistas. Y tampoco sería extraño que, a tenor de los resultados, empiece a especularse con el apoyo o rechazo de los vascos al programa peneuvista, que no será otro que el Plan Ibarretxe. Claro que también hay quien especula con la idea de que la moderación y la amabilidad del discurso de Zapatero el martes tiene mucho que ver con la posibilidad de un posible pacto entre su partido y los nacionalistas en la próxima legislatura vasca.

En cualquier caso, el asunto vasco ha quedado abierto y Rodríguez Zapatero dejó clara su apuesta por las reformas, pero acordadas por una amplia mayoría. Sólo así se puede avanzar en un cambio del marco constitucional o estatutario de amplio calado.