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La llegada de los obispos a Mallorca se ha realizado de distintas formas, conforme los medios de transporte han ido cambiando. Por aire o por mar, en barco o en avión, siempre ha sido un acontecimiento de primer orden. El obispo Teodor Úbeda rompió la tradición. Nieves Guillén Moreno, su asistenta personal, recuerda que «primero fue obispo auxiliar en las Pitiüses, luego obispo de Eivissa y poco después, administrador apostólico de Mallorca. Cuando nombraron a Teodor Úbeda obispo titular de la Isla, él ya estaba aquí, por lo que su 'llegada' fue más discreta». Sin embargo, esto no siempre fue así. Juan Hervás y Benet llegó el día 1 de marzo de 1947, a las nueve y media de la mañana, a bordo del vapor «Mallorca». El tiempo desapacible, lluvioso y frío, no fue obstáculo para que una inmensa multitud acudiera al muelle e invadiera fondaderos y paseos, especialmente el de la Riba. Estuvieron representadas todas las clases sociales.

Una vez amarrado el «Mallorca», subieron las primeras autoridades a bordo, siendo recibidas en el salón comedor por Hervás, quien con frases de gran afecto correspondió a los saludos de bienvenida que le dirigieron el alcalde, el capitán general de Balears y el Consejo Diocesano de Acción Católica. Precedido de los maceros del Ayuntamiento de Valencia con sus vistosos trajes de raso encarnado, bajó del buque, entre los grandes aplausos y vivas de los miles de personas que allí le aguardaban, correspondiendo cariñosa y paternalmente a ello, dando su bendición a todos. Después vino la llegada a la Catedral: el obispo, acogido con calurosos aplausos por la muchedumbre estacionada en la Plaça de la Seu, fue saludado en el portal mayor de la Basílica por el Cabildo. La Catedral, espléndidamente iluminada, se llenó de fieles. El público lo formaban, aproximadamente, 10.000 personas.

En octubre de 1955, Jesús Enciso Viana, el nuevo prelado de Mallorca, de cuya Diócesis había tomado posesión el 9 de agosto, salía de las tierras castellanas de Ciudad Rodrigo. Llegó en avión el día 25 de octubre. El acto se desarrolló como estaba inicialmente previsto, a las 11.30 de la mañana. El boletín oficial del Bisbat de Mallorca dice: «Momentos antes, todavía había fiebre de preparativos en el aeródromo. Últimos toques al plan previsto. Concentración de hombres, mujeres, muchachos y chicas en el aeropuerto. Aquello iba tomando aires de gran solemnidad. Todos iban ocupando el sitio que, a través del servicio de altavoces, galantemente cedidos para mayor esplendor del acto, se indicaba, en el recinto vallado. Al divisarse el avión, pasaron a la pista de autoridades organismos oficiales, la representación del Cabildo Catedral y la Junta Diocesana de Acción Católica». Asegura el mismo informe que «al abrirse la portezuela aparecía sonriente el señor obispo. Y mientras la muchedumbre prorrompía en una cálida ovación, se acercaba a besar el anillo del prelado el gobernador civil y jefe provincial del Movimiento, Honorato Martín Cobos». Entre aclamaciones incesantes, el obispo se dirigió a la terraza cubierta del Aero Club, adornado con reposteros y guirnaldas de mirto y flores. Poco después empezó un larguísimo desfile de fieles que se apretujaban por ser los primeros en besar el anillo.