Riudavets se caracteriza por una salud de hierro. Foto: T.M./M.T.

TW
0

Joan Riudavets Moll mantiene su ritmo de vida, tranquilo y metódico, en su población natal, es Migjorn Gran, en Menorca. Hoy alcanza los 112 años, una edad prodigiosa, a la que no da importancia este menorquín sencillo y afable. Pero reconoce que no esperaba superar la barrera de los cien años y menos alcanzar los 112, lo que le convierte en el hombre de más edad de España, y uno de los más longevos del mundo... que cuenta con documentos que así lo acreditan. Porque Joan Riudavets nació en es Migjorn el 15 de diciembre de 1889. «A las doce del mediodía», añade. Su padre era fabricante de calzado, de zapatillas. La familia creció con diez hijos. Hoy sobreviven tres: Joan, el mayor, que así describe a sus otros dos hermanos: «En Pere, que viu a es Migjorn, de 102 anys, i en Josep, que és a Palma, i que només té 96 anys».

De las tres hijas que tuvo en su matrimonio "Catalina, Joana y Paca" falleció la mayor. Joan Riudavets nos señala orgulloso el árbol genealógico que tiene en lugar destacado, formado por cinco nietos y seis biznietos. Interesado por la cultura y la política, fue a la escuela hasta los once años. Después, y durante los inviernos, acudió a la escuela nocturna. Siguió la profesión paterna: «Siempre he sido zapatero. Viví los últimos años de la exportación de calzado fino a Cuba, que era un gran mercado. Aquellos zapatos eran verdaderas obras de artesanía, cosidos a mano. Cuando acabaron las ventas a Cuba los vendíamos en Madrid y Barcelona».

También fue concejal y alcalde pedáneo, cuando es Migjorn Gran aún no había logrado la independencia municipal. La primera vez contaba 26 años, y la segunda 31, pero siempre tuvo claro que «yo era de es Migjorn, aunque dependíamos del ayuntamiento de es Mercadal». Se define republicano: «Siempre he sido republicano, hoy también, pero sin malicia, porque lo importante es hacer el bien, trabajar correctamente y tener la conciencia tranquila». El centenario siempre acude a votar: «He ido siempre, y he depositado el voto en todas las elecciones. La última vez no aparecí en el censo, debían pensar que era demasiado mayor, pero se arregló el malentendido».

La vida de Joan Riudavets es tranquila y metódica. Acostumbra a levantarse después del mediodía, pero antes de abandonar la cama suele desayunar un bon tassó de llet. Lee el periódico, y si la mañana es agradable incluso sale a dar un paseo. Últimamente ha reducido sus salidas, y sus horas transcurren plácidas en su casa, cuidado con mimo por su hija Paca. El almuerzo, a las 14 horas. «Me gusta todo y con la comida no doy problemas: legumbres, arroz, sopa, carne o pescado si hay, lo que me gusta menos es la verdura». En 1993, cuando los Reyes visitaron oficialmente Menorca doña Sofía le preguntó por su régimen de vida. La respuesta fue clara: «De todo un poco, pero bien cocinado y masticado».

Ni café ni tabaco. Después de la comida, una siesta frente al televisor. Se lamenta de que «ahora dan pocas zarzuelas». La cena, a las 21 horas, ligera; y después a la cama, en invierno a las 23 horas; y en verano, con las tertulias de la familia en el patio, da la medianoche e incluso más tarde. Le gusta conversar al fresco.

A los 112 años Joan Riudavets aún se atreve a escribir, sin faltas de ortografia y con buena caligrafía. Nos enseña copias de cartas que así lo atestiguan.... en castellano y en catalán. Optimista de vocación y convicción, afirma que «siempre vendrán tiempos mejores. Todos los cambios son para progresar», y afronta el discurrir de los días sin ningún temor a la muerte: «Sé que debo morir, y lo único que deseo es que sea rápido. No tengo la pretensión de vivir tantos años, sino con salud y tranquilidad, porque me afecta cuando sé que hay personas que padecen enfermedades y sufren. Lo más importante es la salud y la familia». Este menorquín de tres siglos, risueño y vitalista, que ha vivivo la introducción de la electricidad, la telefonía y la automoción, afirma que no se siente viejo «porque lo más fácil son los años, no te das cuenta».