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Sin fuerzas, con los ojos medio cerrados y la respiración lenta el mallorquín José María Àlvarez Rodríguez de la Flor, conocido como «Jopela», llegó a la cumbre del Elbruss, la montaña más alta de Europa que reina la cordillera de más de 1.000 kilómetros del Cáucaso. Era su segundo intento después de la dura derrota del mes de mayo, pero esta vez iba solo. Los alpinistas Xisco Planas, Tòfol Cayrier y Gerard Falcó no acompañaron a Jopela en la ascensión al techo europeo y aún guardan el recuerdo del fracaso del pasado mes de mayo.

El Elbruss es, para Jopela, la tercera etapa del proyecto siete cimas, consistente en la ascensión a las siete montañas más altas de cada continente. Hasta ahora ya ha coronado tres: el Aconcagua, el más alto de América del sur con 6.950 metros, el Vinson, de 4.897 metros, en la fría Antártida, y ahora, el Elbruss. El alpinista y escalador explica en su diario que se trataba básicamente «de una deuda de honor», un compromiso con los esponsors de la aventura mallorquina y las personas que confían en ella.

Aún así, Jopela estuvo a punto de volverse a quedar a medio camino en la subida al Elbruss: «La segunda ascensión la hice demasiado rápido y cuando faltaba poco para llegar me desplomé, mis reservas estaban agotadas, pensé que me faltaba aclimatación y que me había sobrevalorado e ido demasiado rápido». En este punto, viene el arrepentimiento y florece la humildad, Jopela se tumbó al aire libre «como un perro en la cuneta» y se disculpó por su arrogancia.