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Guillem Bibiloni, de 34 años, y Àngela Obrador, de 32, palmesanos ambos, llevan casados desde hace casi diez años, y, al igual que otras muchas parejas mallorquinas, tomaron un día la decisión de adoptar un hijo o una hija. Desde entonces han pasado tres años y hoy Guillem y Àngela, que ahora viven en Binissalem, tienen entre sus brazos a Laura, una sonriente y tranquila niña de nueve meses, cuya única particularidad es que tiene los ojos rasgados, lo que denota su origen asiático.

Y es que Laura nació el 2 de noviembre de 2000 en la ciudad china de Hangsou, en la provincia de Zeigjiang, a tres horas de automóvil de la populosa Shangai. «Para poder adoptar un hijo en España se tarda entre seis y diez años», señala Àngela. En junio de 1998 Guillem y Àngela se dirigieron a la Conselleria de Benestar Social del CIM para informarse sobre los trámites que debían seguir para adoptar una niña, si bien ya en aquel momento tenían claro que ésta sería china. «Un familiar había adoptado una niña china y todo había ido muy bien», indica Guillem.

«En las reuniones informativas de Benestar Social te facilitan un listado con los países en los que se puede adoptar una criatura. Cada estado pone sus propias condiciones de adopción. En países como Rusia o Rumanía los trámites son más complicados», comenta Guillem. Tras cuatro entrevistas, dos con un psicólogo y otras dos con un asistente social, les fue concedido a Guillem y Àngela el «certificado de idoneidad» en junio de 1999. A continuación contactaron con una entidad colaboradora de adopciones internacionales (ECAI) en Madrid, enviando a dicha agencia los preceptivos certificados de nacimiento y de matrimonio, así como un informe médico y otro económico. La ECAI les comunicó que en unos doce meses podrían adoptar una niña.

Finalmente, en junio de este año, Guillem y Àngela recibieron las fotografías y el certificado médico de la que iba a ser su hija, y partieron hacia China el 5 de agosto, regresando con Laura el 21 de agosto. «China es un país en el que está todo muy bien organizado. Sólo hubo dos días de papeleo, el resto estuvimos de excursión»», prosigue Àngela. Cabe recordar que en China las familias sólo pueden tener un hijo. De vuelta a Mallorca, ahora habrá un seguimiento por parte del Consell para ver cómo va la adopción. «Esto es extraordinario. Cuando se inician los trámites todo parece mucho más difícil de lo que al final resulta», concluye Guillem, mientras Àngela añade: «Estoy segura de que Laura no se sentirá rara cuando vaya creciendo. Será una mallorquina chinita. A lo mejor dentro de un par de años buscamos una hermanita para ella».