Las repisas de las ventanas de la Delegación del Gobierno sirven de improvisada cama. Foto: SEBASTIÀ AMENGUAL.

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PAU CATALÀ Una media de cincuenta extranjeros duerme cada noche delante de las oficinas de extranjería para poder arreglar, por la mañana, sus papeles a tiempo. Miles de inmigrantes llegan anualmente a la Isla para poder establecerse y conseguir un puesto de trabajo aquí. El problema es que cuando arriban se encuentran con un panorama muy distinto al que se imaginaban: dificultad de vivienda, sectores de la sociedad que no los acepta y lo que más les interesa, que es regularizar su situación, se convierte en una cruzada urbana muy competitiva. Los inmigrantes no tienen más remedio que madrugar para asegurarse un puesto y poder arreglar sus papeles en la Delegación del Gobierno, que es donde está la oficina de extranjería más conocida de Mallorca.

Todo empieza a primeras horas de la madrugada (sobre las dos), una serie de personas se trae sus esterillas y se sitúa delante de las oficinas de la calle Tous i Maroto iniciando una larga cola que, sobre las cuatro de la mañana, llegará hasta la escalera de Correos en la calle Constitución. Hay quienes optan por descansar en sus coches, otros, que no consiguen dormirse, deambulan durante largas horas por la calle. De fondo, se oyen las voces de algunos que apoyados en la pared pasan el tiempo conversando con sus compañeros, cualquier tema es bueno cuando se necesita que pase el tiempo.

Son las cinco de la mañana, Elsa Rivera una colombiana de 45 años nos revela que necesita «unos papeles con oferta de trabajo», «esta es la cuarta vez que vengo a hacer cola, siempre que llego a la puerta me dicen que las fichas (turnos) ya se han terminado». Con una tímida y jovial sonrisa Elsa nos cuenta que éste es el único día que tiene libre, por eso admite que «es el cuarto jueves que vengo». Cuando se dan cuenta de que la prensa está allí, un grupo de personas se dirige hacia nosotros para expresar su indignación por el método usado por el Gobierno.

Juan Carlos Díaz, de Santo Domingo, nos explica que está aquí desde las cuatro y media, «he venido dos veces, pero hay demasiada gente y nunca me cogen». Juan Carlos que no ha llegado tan temprano como Elsa ya debe situarse en las escaleras de Correos, «es bastante incómodo, si no tienes suerte la cagas». Según él «esto hace tres meses que está así». Poco a poco va llegando más gente al lugar, a medida que pasa el tiempo el ambiente de preocupación va creciendo, Mustafá Ndiayy, que es de Senegal, nos comenta que ha llegado a las cuatro y media y ya había treinta personas, «es muy desagradable venir a las tres o a las cuatro de la mañana». Según nos comenta un inmigrante «hay gente que vende diariamente sus primeros puestos por diez mil ptas», «esto es una imagen muy fea».