De la mano de su madre, y seguido de su «nani», Froilán camina hacia la lancha.

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Una foto que, suponemos, se repetirá otras tardes, a la vuelta de pasar el día en Cabrera, como ya sucedió en el verano anterior. Al pequeño Froilán, que un buen día descubrió la lancha, a la vez descubierta por su padre hace unos años, lancha que, por lo que sé, le encanta, y con la que posiblemente se ha iniciado en lo de la navegación a motor "lo de hacerlo a vela parece que por ahora no le va a don Jaime", le gusta dar una vuelta en ella al atardecer, y más si el mar está en calma. Y si a los padres se les pasa, él, a nada que abandona el «Fortuna», se lo recuerda.

En esta ocasión llegó hasta el lugar donde se hallaba amarrada de la mano de su madre, seguido a poca distancia de su «nani». Allí les aguardaba el padre, don Jaime, conversando con don Marcial Sánchez Balcártegui. Echamos un vistazo al atuendo de ambos observando que no son iguales, ni siquiera se parecen.

A Froilán, lo de alcanzar la lancha no le es difícil, y una vez a bordo, provisto de chaleco salvavidas, y con una tranquilidad pasmosa reflejada en su rostro, parece apremiar al padre a que ponga el motor en marcha. Todavía no ocupa asiento, sino que se sienta sobre las piernas de su progenitor, pero todo se andará. De momento, éste, en ciertos tramos, le permite que comparta el volante para de este modo sentir más y mejor el placer de la navegación. Más adelante, posiblemente el padre irá de paquete y él conduciendo.

Por segundo año consecutivo, el pequeño Marichalar Borbón apunta a que él también puede ser hombre de mar, como lo son sus abuelos y tíos. Por ahora lo manifiesta a través de la motonáutica, pero en cuanto pueda lo hará con la vela en la que, como todos, se introducirá de la mano de la clase optimist. Si no, démosle tiempo al tiempo.