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Las fiestas de los pueblos se han convertido, hoy en día, en un vaivén de conciertos, chiringuitos, espuma y alcohol. Los ayuntamientos destinan importantes presupuestos para que sus celebraciones mejoren año tras año, pero esto no siempre da el resultado esperado.

El pasado miércoles, los vecinos de S'Illot demostraron que con pocos recursos económicos también se puede conseguir que una fiesta sea lo que debe ser. Las buenas intenciones y el buen hacer de los organizadores lograron un éxito. El simple hecho de que cada familia llevara su sombrilla a la playa para pasar una velada conversando y viendo lo que en el improvisado escenario sucedía, triunfó mucho más que otros programas realizados anteriormente.

Los vecinos charlaron, degustaron un magnífico trempó y además fueron testigos de un ficticio desembarco de piratas. Éstos últimos arribaron a la costa portando antorchas y asustando a los asistentes más menudos, mientras una música impactante animaba la original idea. La «I Sombrillada» probó que lo que importa no son los actos que se realicen, sino que la gente salga a la calle a celebrar las fiestas.