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Una de las estampas más comunes del verano son los niños jugando en la arena. Armados de palas, cubos y rastrillos, los pequeños se pasan largos ratos bajo el sol intentando plasmar en la arena todo lo que les pasa por la cabeza. Los niños se agolpan en las orillas del mar buscando siempre el mejor sitio y allí dan rienda suelta a su imaginación y habilidad.

Simón, uno de los muchos chavales que se pasan medio verano en la playa y que no se cansan de «esculpir», se lo ha tomado en serio: «Me he traído un plano del castillo que voy a construir, pienso hacerlo muy grande para que todo el mundo lo vea; la pena es que no va a durar para siempre...». Y es que uno de los «inconvenientes» que tienen las obras de arena son su poca resistencia y durabilidad.

Anita, una niña de tres años que se puso manos a la obra con sus padres, se decidió por un castillo en forma de flor; todo vanguardismo y originalidad. Una vez terminados, los fuertes no tienen nada que envidiar con los que podemos contemplar en la ruta del Loira, sólo que en vez de prados verdes y cuidados jardines encontramos un montón de arena mojada alrededor.