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Condenados a penas que oscilan entre los dos y los doce años por delitos de robo o narcotráfico a pequeña escala y después de varios años de reclusión con derecho a un único permiso, quince internos del 2º grado del Centro Penintenciario de Palma han disfrutado lo «inimaginable» de la excursión a Cabrera que, entre otras actividades, organizó la Asociación Cultural Gitana. El breve viaje de estas personas sirvió para hablar y reír fuera, para mirar al mar; porque ahora no tienen mar, ni isla, ni tierra que pisar. Sólo la imagen de un premio que todos esperan y expresan en dos palabras: «La total».

La excursión empieza por la mañana temprano. Autobús a sa Ràpita, barco hasta la Isla y a pasear. No hay policías porque no hacen falta. Todo llama la atención de los internos y de los educadores, psicólogos, pastoral penitenciaria y miembros de la Asociación Cultural Gitana que los acompañan: el castillo, porque desde su torre se producían los avistamientos que impedían a los piratas desembarcar en Mallorca. La catalogación de la Isla como Parque Nacional Marítimo y Terrestre, por su riqueza en especies animales y vegetales endémicas, entre ellas las sargantanes "lagartijas" de Cabrera, tan diferentes y grandes... Y también pudieron imaginarse sobre el escenario real en que acontecieron los hechos, la vida de los presos franceses que durante la Guerra de la Independencia entre España y Francia murieron y malvivieron, casi abandonados, en la Isla.

Bañarse en el mar y tumbarse al sol en la arena de la playa, comer a la sombra de un chiringuito mientras el mulo Mariano ronda a la espera de «donaciones alimentarias» o fregar los platos, «son esas pequeñas cosas que no apreciabas antes y que ahora te parecen increíbles», explican los presos.

Porque para esta gente que vive como los concursantes de «Gran Hermano» pero al revés y, «sociológicamente hablando», con una problemática grave, difícil y mucho más auténtica, una excursión supone un mundo y tres o cuatro días con la familia «es lo más». Los jóvenes recuerdan a sus padres. Los adultos, a sus hijos. Y todos aseguran que cuando salgan definitivamente de la cárcel no van a volver.