Agentes del NKVD, precursor del KGB, destruyeron en 1941 la presa ucraniana de Dneprostroi, para detener el avance de las tropas alemanas.

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Stalin es una inspiración continua para Putin. El dictador soviético ya voló en 1941 la que por entonces era la mayor presa de Ucrania, la central hidroeléctrica de Dneprostroi, para frenar el vertiginoso avance de las tropas de Hitler, que habían invadido la Unión Soviética en la 'operación Barbarroja'. La voladora de aquellas gigantescas instalaciones civiles provocó una inundación sin precedentes en la zona que se saldó con entre 20.000 y 100.000 muertos.

El domingo 22 de junio de 1941, casi cuatro millones de soldados alemanes, apoyados por 5.000 aviones y 3.000 tanques, inició la mayor invasión que se recuerda. El objetivo era aprovechar el verano para tomar Moscú, Leningrado (actual San Petersburgo) y Stalingrado al Sur, la puerta a los ricos yacimientos del Cáucaso. La embestida de la Wehrmacht fue arrolladora, pilló por sorpresa a Stalin -que desapareció durante días, completamente noqueado- y desbordó a las fuerzas soviéticas, peor entrenadas y con un material más anticuado.

El 18 de agosto, los alemanes atravesaban el Sur de Ucrania sin apenas encontrar resistencia, desbordando a las escasas tropas soviéticas que no huían al Este. Y a Stalin, que no destacaba por ser un gran defensor de los valores humanos, autorizó una maniobra suicida: volar la presa de Dnesprostoi y retrasar así el avance nazi. Las inundaciones anegaron pueblos enteros y convirtieron sus calles en ratoneras. Murieron miles de civiles ucranianos, ahogados por aquella masa de agua de 100 millones de metros cúbicos. Y lo peor: la medida solo ralentizó la llegada de los alemanes.

Ahora, 82 años después, le puede ocurrir lo mismo a Putin. La anunciada contraofensiva ucraniana amenaza con abrir brechas en el gigantesco frente ruso. Y la voladura de Nova Kajovska se antoja insuficiente para parar a los Leopard europeos. Como ya pasó con los Panzers en 1941.