Una repatriada sursudanesa que huyó de Jartum levanta los brazos tratando de encontrar una señal telefónica en la ciudad fronteriza de Wunthaou. | Reuters - AMEL PAIN

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Un mes después del inicio de los combates entre el Ejército sudanés y los paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), la capital Jartum se ha convertido en una ciudad fantasma en la que hasta los residentes que permanecen entierran a sus seres queridos en los jardines de sus casas por el peligro de moverse en las calles para ir a los cementerios.

«Mis dos compañeras medicas, que eran hermanas, fueron enterradas en el jardín de su casa después de que cayeran proyectiles sobre su casa y se cortara la comunicación con ellas», afirmó a EFE el médico Ayman Ozman, que trabaja en un hospital privado en el centro de Jartum. Ozman es de los médicos que se han quedado en la capital mientras se vive una catástrofe humanitaria.

Las instalaciones sanitarias han sido unas de las más afectadas en este conflicto, con 28 ataques verificados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) a centros sanitarios en Sudán y con el 70 % de los hospitales en las áreas de conflicto fuera de servicio. El portavoz del Ministerio de Salud, Mohamed Ibrahim, aseguró a EFE que en el estado de Jartum hay 189 hospitales, entre ellos 22 bajo el control de las FAR; mientras que 90 hospitales públicos y privados siguen funcionando, aunque con escasez de personal médico.

La casa de las dos doctoras estaba ubicada cerca de los sitios de los enfrentamientos y era el punto de mira de los francotiradores durante días, que se han apostado en los tejados de las casas residenciales de los barrios céntricos de la capital y de sus poblaciones vecinas, Jartum Norte y Um Durman. «Por la falta de carreteras seguras y el despliegue de francotiradores en las calles, no pudimos enterrar los cuerpos en el cementerio de afueras de la ciudad. Esto nos obligó a cavar tumbas en el jardín de la casas y enterrarlas allí, después de dos semanas», dijo Ozman.

Los enfrentamientos entre los dos rivales militares han matado al menos a 676 personas y han herido a 5.576 desde el comienzo de los combates, según el último recuento del Ministerio de Salud sudanés el pasado 11 de mayo. Los barrios de Jartum 1, 2 y 3, en el sur de la capital, están vacíos de residentes, así como los distrito populares de Burri, Al Safa, Al Riad y Al Taif. La vida se ha parado en pleno corazón de la ciudad después de que los vecinos huyeran hacia barrios más seguros, hacia estados donde no se siente el conflicto y a otros países vecinos, como Egipto y Chad.

Hasta ahora, más de 936.000 personas han huido por el conflicto, unas 736.200 desplazadas internamente y unas 200.000 que han cruzado a países vecinos, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), respectivamente. Entre ellas hay al menos 450.000 niños que se han visto obligados a huir de sus hogares, de los cuales unos 368.000 son desplazados internos y 82.000 han huido a países vecinos, según el Fondo de la ONU para la Infancia (UNICEF).

Ismail Ezaldin, comerciante en el mercado de Libia, el mercado popular más grande situado al oeste de Um Durman, dijo a EFE que la gran parte de los ciudadanos que residen ahora en Jartum viven «en condiciones de guerra». «Los productos básicos están disponibles, pero los precios han aumentado tanto que superan las capacidades de los ciudadanos», indicó.

Aunque los mercados están abiertos en general, los precios de los productos básicos han aumentado drásticamente y hay escasez de productos importados como harina de trigo, aceite y pasta de tomate, según una evaluación de mercado realizada por Mercy Corps en nueve localidades de Sudán. Ante este nuevo día a día, Kamal Taher, un funcionario gubernamental, apuntó a EFE que ya no es capaz de mantener a su familia de cinco miembros porque no recibió su salario y los precios «aumentaron de manera increíble», lo que le ha obligado a tomar solo una comida al día. «La compra de agua potable ha agotado parte de mi limitados ahorros», explicó dado que por los cortes de suministro en el inicio del conflicto, este recurso básico se convirtió en un bien escaso.