El presidente ruso, Vladímir Putin, antes de pronunciar su discurso anual ante la Asamblea Federal. | Reuters

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La visión que Vladímir Putin trasladó de Occidente este pasado martes en su discurso ante las cámaras del Parlamento ruso es particularmente significativa en lo que tiene que ver con la guerra cultural, que se acompasa al sonido de los misiles en la ofensiva de Ucrania. Allí Kiev es el enemigo por enarbolar determinados valores europeístas y prooccidentales como mínimo desde el pasado 2014, cuando el Euromaidán​ impuso una forma distinta de ver las cosas, más alejada que nunca del paraguas postsoviético. Este pasado martes el líder ruso identificó a los países occidentales con sociedades enfermas. Según afirmó campan los pederastas y la perversión es el pan nuestro de cada día.

«Distorsionan hechos históricos, atacan constantemente nuestra cultura, la iglesia Ortodoxa rusa y otras religiones tradicionales de nuestro país. Miren lo que hacen con sus propios pueblos: la destrucción de la familia, la identidad cultural y nacional, la perversión y el abuso de niños son declaradas la norma», afirmó Putin en su declaración solemne.

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«Los sacerdotes son obligados a bendecir los matrimonios entre personas del mismo sexo. Supimos que la iglesia Anglicana planea considerar la idea de un Dios neutral en cuanto al género. Millones de personas en Occidente entienden que están siendo conducidos a una verdadera catástrofe espiritual» son las palabras transcritas de forma literal en el discurso de Putin ante los legisladores. Como se aprecia existen en el texto algunas inexactitudes, medias verdades, o datos deliberadamente falsos, como el hecho de que los sacerdotes católicos bendigan ceremonias de contrayentes no normativos.

No es la primera vez que Putin demoniza a su antagonista en el tapete internacional, e incluso durante la invasión rusa de Ucrania se han difundido informaciones de supuestos actos de brujería y magia negra en tierras ucranianas. No en vano en esta guerra han tenido un particular protagonismo los chechenos de Ramzán Kadyrov. El señor de la guerra, socio privilegiado del Kremlin, ha comentado en algunas ocasiones que la guerra que la Federación Rusa libra en Ucrania es una «guerra santa» contra el diablo occidental.