Los periodistas de la agencia norteamericana relataron lo sucedido en el hospital de maternidad. | Redacción Digital

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«Los rusos nos perseguían. Tenían una lista de nombres, incluido el nuestro, y se estaban acercando». Así arranca el relato de Mstyslav Chernov, reportero de guerra para The Associated Press (AP), junto con el fotógrafo Evgeniy Maloletka los últimos periodistas internacionales que han vivido en su propia piel los veinte días de asedio y encarnizado bombardeo ruso de Mariúpol, al sudeste de Ucrania.

Su testimonio lo conocemos a través del trabajo de la también corresponsal de la norteamericana AP Lori Hinnant, quien ha relatado unos hechos que trasladan fielmente la tétrica y tenebrosa sensación de que la vida es hoy en Ucrania algo tan frágil que puede romperse en cualquier momento. Como cuando estando en el hospital, reflejando el dificilísimo trabajo de los sanitarios en zona de guerra, supieron que los hombres armados habían irrumpido en el propio centro y «los cirujanos nos dieron batas blancas para camuflarnos».

Cuando los tuvieron enfrente, Chernov miró sus brazaletes azules, calculando las probabilidades de que en verdad fueran rusos disfrazados y que ese fuera su final. Dio un paso adelante y ellos confirmaron: «Estamos aquí para sacarte». El reportero narra como durante la escena las paredes de la consulta médica temblaban por el fuego de la artillería y las ametralladoras en el exterior. «Parecía más seguro quedarse dentro. Pero los soldados ucranianos tenían órdenes de llevarnos con ellos».

Así empezó una carrera contrarreloj para salvar su vida. «Nueve minutos, tal vez diez, una eternidad corriendo por calles y edificios de apartamentos bombardeados. Los proyectiles caían cerca, nosotros caímos también. El tiempo se medía de un proyectil a otro, nuestros cuerpos tensos y sin aliento. Onda expansiva tras onda expansiva sacudieron mi pecho y mis manos se helaron».

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Poco después, en un sótano oscuro al que llegó en un vehículo blindado, supo por qué esos hombres habían arriesgado tanto, sus propias vidas, para ir a buscar a un par de periodistas a un hospital en mitad de la ciudad bombardeada de Mariúpol. En verdad en aquel momento servían mejor a la causa por la libertad ucraniana siguiendo vivos. «Supimos por un policía por qué los ucranianos habían arriesgado la vida de los soldados para sacarnos del hospital. 'Si te atrapan, te pondrán frente a la cámara y te harán decir que todo lo que filmaste es mentira', dijo. 'Todos tus esfuerzos y todo lo que has hecho en Mariúpol habrán sido en vano'».

Por eso el oficial ucraniano que una vez les suplicó que se quedaran para mostrarle al mundo su ciudad moribunda por las bombas, ahora les conminaba a marcharse. Seguir con vida y que el material grabado viera la luz. Por eso «nos empujó hacia los miles de coches abollados que se preparaban para salir de Mariúpol. Era el 15 de marzo», veinte días después de que detonara la primera bomba sobre la ciudad. Los periodistas sintieron en su piel el horror de la guerra, pues como muchos ucranianos «no sabíamos si saldríamos con vida».

A satellite image shows an overview of Mariupol theater and surrounding area

Cómo llegó Chernov hasta allí. El periodista se confiesa muy consciente de que «las fuerzas rusas verían la ciudad portuaria oriental de Mariúpol como un premio estratégico debido a su ubicación en el mar de Azov. Por ello en la noche del 23 de febrero me dirigí allí con mi viejo amigo Evgeniy Maloletka, fotógrafo ucraniano de The Associated Press, en su camioneta Volkswagen blanca». Cuando 'asaltaron' una tienda de comestibles de madrugada acumulando ingentes cantidades de latas y provisiones para lo que vendría y explicaron al cajero «que nos estábamos preparando para la guerra nos miraron como si estuviéramos locos. Llegamos a Mariúpol a las 3:30 a.m. La guerra comenzó una hora después».

Ojalá hubieran estado locos. La mayoría del medio millón de habitantes de Mariúpol quiso irse de sus casas cuando ya era demasiado tarde y el bloqueo lo hacía imposible. Tras las primeras bombas los rusos cortaron la electricidad, el agua, los suministros de alimentos y finalmente, de manera determinante, las torres de telefonía móvil, radio y televisión. Para entonces ya no quedaron más periodistas en pro de un doble objetivo: facilitar el «caos» y asegurar la «impunidad», según Chernov. Su trabajo ha venido a dar luz en medio de la noche más oscura, como cuando el hospital infantil de Mariúpol fue objetivo de los obuses. A contar cómo Mariúpol se unió a la trágica lista de ciudades destruidas. Como Grozni, la capital chechena. Como Guernica.