El presidente ruso, Vladímir Putin (izquierda), y el presidente chino, Xi Jinping (derecha), posan para una fotografía durante su reuniónprevia a la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Invierno. | Reuters

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Xi Jinping y Vladímir Putin, presidentes de China y Rusia, se han esforzado en las últimas horas por presentarse ante el mundo como un dúo bien avenido, una pareja a la que plantear un órdago a Occidente ya no le sonroja, en cuanto a seguridad y política internacional se refiere. Los mandatarios se han comprometido a afrontar juntos lo que consideran «amenazas a la seguridad» tras reunirse en vísperas de la inauguración este viernes por la noche de los Juegos Olímpicos de Invierno en la capital china. Tras la reunión, ambos países han emitido un comunicado conjunto en el que autoproclaman la entrada de las relaciones internacionales «en una nueva era» y exponen sus posiciones comunes en asuntos como «democracia, orden, desarrollo y seguridad».

Que los conceptos de Moscú y Pekín sobre términos como democracia u orden son en cierta medida próximos no es ningún secreto. Sin embargo esta puesta en escena va más allá, y plantea por su cuenta y riesgo un nuevo sistema de relación entre las potencias mundiales distinto al actual, en el que el Consejo de Seguridad de la ONU es el máximo órgano en términos de paz y seguridad globales. Precisamente en un escenario, la antesala de los Juegos Olímpicos, que Bruselas había pedido que no se politizara, a pesar de que varios países occidentales apoyan un boicot diplomático contra los mismos.

Aunque el texto surgido del encuentro al máximo nivel entre los dos presidentes no cita explícitamente ni a Estados Unidos ni el momento por el que transitan las relaciones mundiales actualmente, con la crisis en Ucrania capitalizando la atención, sí denuncia que «un pequeño número de fuerzas en la comunidad internacional sigue obstinada en promover el unilateralismo y en interferir en los asuntos de otros países».

«Lo que hacen es socavar los legítimos derechos e intereses de otros países, además de crear fricciones y enfrentamientos, lo cual impide el desarrollo. La comunidad internacional no va a aceptar esto más», dicen. El texto muestra su preocupación por el acuerdo de defensa AUKUS entre EEUU, Australia y Reino Unido, que tiene la mirada puesta en el Indo-Pacífico, e incide en que «China y Rusia se oponen a una mayor expansión de la OTAN».

La reunión tuvo lugar en la Residencia de Huéspedes de Estado Diaoyutai y comenzó con Xi Jinping y Vladímir Putin saludándose por gestos, sin darse la mano, pero sin usar tampoco mascarilla, y terminó con una declaración conjunta tras conversaciones calificadas de «francas» y «amigables» por la Cancillería china. Con la crisis en torno a Ucrania y las tensiones a cuenta de Taiwán -cuya soberanía reclama China- bajo la mesa, Xi cerró filas en torno a su aliado y destacó que China y Rusia van a profundizar su coordinación estratégica «sin descanso» y que también van a afrontar juntos lo que denominó «injerencias externas» y «amenazas a la seguridad regional».

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«Esto es algo que no ha cambiado y no cambiará. Nosotros respetamos la soberanía del otro, así como sus intereses de seguridad y de desarrollo», dijo Xi al reunirse en persona -por primera vez en dos años- con Putin, en medio de los crecientes roces de ambos países con Estados Unidos. El ruso celebró igualmente que las relaciones bilaterales gocen ahora de una cercanía «sin precedentes», y destacó que ve en el país asiático su socio estratégico «más importante» y «un amigo afín».

El teléfono no descansa

Mientras tanto, Europa intensifica los contactos a todos los niveles y de todas las formas y modalidades posibles para, según insisten todos los representantes de las partes, evitar una más que probable acción bélica al este del continente cuyas consecuencias resultan difíciles de adivinar. Las tensiones políticas han desembocado en las últimas horas a una sucesión de llamadas y visitas por parte de líderes internacionales, en algunos casos con una doble vía abierta hacia Kiev y Moscú en la que han comenzado a ganar presencia gobiernos europeos.

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, ha sido uno de los dirigentes más activos en los últimos días, con un total de tres conversaciones telefónicas con su homólogo de Rusia en menos de una semana, la última de ellas este jueves. Recordemos que en estos momentos Francia ostenta la presidencia rotatoria de la Unión Europea. La semana entrante el mandatario galo viajará personalmente a Moscú, para desplazarse un día más tarde a Kiev.

También el canciller de Alemania, Olaf Scholz, ha anunciado sendas visitas sobre el terreno en conflicto, aunque en su caso lo hará una semana más tarde, en una doble cita que llegará tras varias semanas en las que Berlín ha adoptado un perfil más bajo en toda esta crisis, consciente quizás de su elevada dependencia energética del gas ruso.

En este sentido la Unión Europea no está asumiendo un papel destacado como bloque –tan solo se ha movido la comisión para realizar contactos comerciales en materia de hidrocarburos–, y ha optado por dejar la iniciativa a los gobiernos de los Estados miembro, con sus correspondientes intereses. Así, en una misma semana han coincidido las visitas a Kiev del primer ministro de Países Bajos, Mark Rutte, y del presidente de Polonia, Andrzej Duda, con otra a Moscú del jefe del Gobierno húngaro, Viktor Orbán.

También ha movido ficha el primer ministro de Italia, Mario Draghi, que el martes logró de boca de Putin una garantía sobre el suministro energético. Ese mismo día se produjo el último contacto conocido del Gobierno español, en concreto una conversación telefónica entre el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, y su homólogo ucraniano, Dimitri Kuleba. También se ha producido una rueda de prensa del cónsul de Rusia en Madrid. En esa cita, Yuri Korchagin calificó los nexos y la relación entre ambos Estados de «normal, buena y mutuamente ventajosa», aunque recordó que las sanciones de 2014 a Rusia reportaron pérdidas de cientos de millones a nuestro país en forma de boicot a los productos españoles.