Conferencia de prensa del 'premier' británico ante los últimos acontecimientos relativos a la expansión del virus. | Reuters

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El primer ministro británico, Boris Johnson, ha anunciado este miércoles restricciones más duras contra el COVID-19 en Inglaterra; se ordena a las personas con disponibilidad de hacerlo que trabajen desde casa, deberá llevarse la mascarilla en lugares públicos y utilizar de forma generalizada los certificados que acreditan estar vacunado contra el coronavirus, todo ello en un intento por frenar la propagación de la variante ómicron. Criticado porque su personal estuvo de fiesta en Downing Street durante el confinamiento navideño del año pasado, Johnson dijo que ómicron se está extendiendo rápidamente y no tiene más remedio que pasar al 'Plan B' para ganar tiempo y conseguir más vacunas de refuerzo.

Si bien las medidas todavía están muy lejos de los confinamientos totales que golpearon la economía en los primeros momentos de la pandemia de COVID podrían reducir las visitas a los restaurantes, cafés y tiendas del centro de las ciudades antes de la Navidad, y suponer de este modo un golpe más para las finanzas británicas. «Aunque el panorama puede mejorar, y espero sinceramente que así sea, sabemos que la lógica implacable del crecimiento exponencial podría llevar a un gran aumento de las hospitalizaciones y, por tanto, tristemente, de las muertes», dijo Johnson en una conferencia de prensa.

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Johnson, que levantó la mayoría de las restricciones de COVID en Inglaterra el pasado mes de julio, se había comprometido a pasar el invierno sin recurrir a un cuarto confinamiento por la COVID-19, pero había mantenido en reserva el llamado 'plan B'. Parte de las medidas, como la reintroducción de las mascarillas en el transporte público y en las tiendas, ya se habían puesto en marcha, de modo que la novedad más llamativa es la orden de primar el teletrabajo, con el fin de reducir los desplazamientos y los contactos sociales.

Una fiesta poco oportuna

En este contexto, el equipo de Johnson tiene que capear una situación difícil, agravada por sus propios actos. Sucedió hace un año, pero la revelación de que Downing Street, la oficina del primer ministro británico, celebró una fiesta prenavideña cuando estaban en vigor duras restricciones sociales ha sumido a Boris Johnson en una nueva crisis que amenaza con socavar su ya fragilizado liderazgo. La risa de la exportavoz del Gobierno Allegra Stratton en un vídeo filtrado se ha convertido en una de las imágenes del año. Una losa que puede tener consecuencias impredecibles para la popularidad de Johnson.

Del festejo había algo más que sospechas desde que el diario Daily Mirror desveló su celebración hace diez días. Pero una cosa es leer una noticia que cita a fuentes anónimas, y otra diferente es observar a la entonces 'cara' del Ejecutivo partirse de risa mientras bromea sobre cómo ocultar la juerga a la prensa. El vídeo difundido por el canal ITV muestra un simulacro de rueda de prensa en el que funcionarios de Downing Street preparan a la portavoz para las posibles preguntas de los periodistas. Uno de los asesores inquiere a Stratton acerca de una supuesta fiesta cuatro días antes, el 18 de diciembre de 2020, a lo que ella responde entre risas: «Yo me fui a casa...». El funcionario insiste y pregunta si el primer ministro aprueba la celebración de fiestas navideñas en la sede del Ejecutivo, a lo que la portavoz replica: «¿Y qué respondo a eso?», antes de afirmar jocosa que se trató de «una reunión de trabajo... sin distancia social».

Con su dimisión este miércoles como portavoz de la cumbre climática COP26, Stratton se ha convertido en la primera víctima de este nuevo escándalo que aflige al primer ministro. Además, las chanzas del equipo más cercano a Johnson han irritado profundamente a una sociedad que esos mismos días contaba a sus fallecidos por centenares y que, en muchos casos, ni siquiera pudo despedirse de sus seres queridos por las reglas vigentes. El Ministerio de Sanidad había explicitado solo un día antes de aquella supuesta celebración que no se debían realizar comidas ni fiestas de Navidad por la rápida expansión del coronavirus.