Fotografía cedida por la ONG Oxfam donde aparecen unos activistas mientras posan como líderes mundiales disfrazados de bomberos este viernes durante el último día de la COP26 en Glasgow. | Andrew Aitchison

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La cumbre del clima COP26, llamada a marcar un hito en la descarbonización del planeta, se acerca a un acuerdo cuyo alcance dependerá en gran medida de las concesiones que los principales emisores y los países ricos estén dispuestos a hacer en las próximas horas. Las negociaciones sobre el medioambiente son en última instancia una discusión sobre el dinero. Por ello, no es de extrañar que la financiación que los ricos pondrán para que los países en desarrollo se adapten al impacto del calentamiento y reduzcan sus emisiones sea uno de los asuntos que más fricciones están creando.

En esta última jornada de cumbre -siempre y cuando no se alargue más allá del viernes- se han alcanzado importantes progresos en esa materia, según distintas fuentes, pero faltan flecos importantes. Uno de ellos es el dinero que recibirán los países vulnerables en concepto de «pérdidas y daños», es decir, cómo se les compensa por los destrozos que el calentamiento ya provoca en sus países. La propuesta de acuerdo realizada por la presidencia británica «insta» a los países ricos a cumplir «urgentemente y por completo» con el compromiso de movilizar 100.000 millones de dólares (87.000 millones de euros) al año, como se pactó en el Acuerdo de París, de 2015.

«Agradezco los avances en financiación (...), pero el texto todavía no está completo a pesar de las extensas discusiones. Un pequeño número de asuntos claves requieren de toda nuestra atención» dijo el presidente de la COP26, Alok Sharma, ante el plenario. El británico reiteró que es su «sincera intención» cerrar la conferencia de forma «rápida y ordenada», pero las 18.00 GMT, hora programada para la clausura de la cumbre, llegó sin que se atisbase un final en el horizonte. Entre los delegados de los países que quieren avanzar más rápido produjo especial decepción la decisión de Sharma de descafeinar en su borrador de acuerdo la alusión a «acelerar el abandono progresivo del carbón y los subsidios a los combustibles fósiles». Esa mención explícita a los combustibles fósiles se consideraba uno de los jalones del texto, pues era la primera vez que se hacía en un documento de la ONU.

En el nuevo borrador que la presidencia publicó hoy, Sharma echó una buena dosis de agua al vino al limitar su petición a «los subsidios ineficientes a combustibles fósiles» y al «carbón sin sistemas de captura de carbono». «Hemos visto un movimiento en el que se introducían matices, se adjetivaba esa llamada de la presidencia a que desapareciera el carbón y las subvenciones a los combustibles fósiles», dijo a la prensa la vicepresidenta del Gobierno español Teresa Ribera. La también designada como «facilitadora» de las negociaciones consideró que «en realidad, lo que los expertos economistas dicen es que los subsidios a los combustibles fósiles nunca son eficientes; por tanto nunca tiene sentido que se introduzca ese adjetivo».

De similar opinión era el presidente de la Comisión para la Transición Ecológica en el Congreso de los Diputados de España, Juan Antonio López de Uralde, quien dijo a Efe que «desgraciadamente» se llega a las últimas horas con un borrador que «todavía es más débil que los anteriores» y que «matiza a la baja» el resultado. Los cabos por atar a última hora del viernes eran todavía innumerables. Pero el consenso casi unánime era que habrá un acuerdo. ¿Cuándo? Nadie lo sabe.

Nada nuevo bajo el sol, en realidad, si se recuerda que la COP25 que Madrid acogió hace dos años ya se prolongó dos días más allá de lo previsto. Y eso que de allí no tenía que salir un pacto tan trascendente como el que se espera de Glasgow. Entre las aristas con las que se están encontrando los negociadores figura el espinoso Artículo 6 del Acuerdo de París, que regula los mercados de carbono y que es un asunto tan abstruso que hasta muchos delegados reconocen que ni siquiera lo entienden del todo. También preocupa cómo garantizar la transparencia de los compromisos. O lo que es lo mismo, cómo se verifica que lo que un país ha prometido se cumple finalmente.

El nivel de detalle que alcanzan los negociadores llega hasta el punto de abordar si los países tienen derecho a dejar vacías las columnas de los documentos Excel donde deberían suministrar algunos datos de los que tal vez carecen. Y otro duro escollo se encuentra en la frecuencia con que los países deberán presentar nuevos objetivos nacionales de reducción de emisiones. No faltan los obstáculos en las últimas horas de la COP26, pero la gravedad del desafío relativiza cualquier inconveniente.