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España ha superado en agosto y septiembre el número de contagios de coronavirus de marzo y abril. Y seguimos al alza. Aunque ya van dos semanas en las que nuestros responsables ven indicios de que las cosas se estabilizan –aplanar la curva, le dicen– los casos siguen aumentando: hoy estamos en 281 por cien mil habitantes, lejos de los 162 de Francia, el segundo peor de Europa. En Gran Bretaña el número de infectados también está aumentando (53), aunque muy por detrás nuestro. En Italia (32) y Alemania (22) se detectan variaciones al alza, pero insignificantes. Baleares ha tenido una bajada de casos en lo que va de septiembre, pero en cualquier caso, los más de 300 de Madrid bastan para desequilibrar el mapa.

Los expertos insisten en que el número de infectados de agosto y septiembre no es comparable con el de marzo y abril porque creen que entonces había muchísima más gente contagiada a la que no se le llegó a hacer el test. En cualquier caso, siendo eso verdad, no reduce la gravedad del repunte español dado que esta falta de tests en la primavera era común en toda Europa.

El dato de contagios tiene importancia porque de él se deriva el de hospitalizados y de este el de ocupación de las unidades de terapia intensiva y, en última instancia, el de fallecimientos.

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Sin embargo, aquí hay algunos cambios radicales respecto de marzo y abril. Por razones muy comprensibles, las autoridades sanitarias parecen olvidar deliberadamente que la mortalidad del virus ahora está siendo hoy notablemente más baja, incluso en España, que es el país más afectado de toda Europa. En nuestro caso (España), estamos hablando de que hoy hay 1,8 fallecidos por coronavirus cada cien mil habitantes. Cuando apareció el virus, se consideraba que esta sería una tasa de mortalidad aceptable, soportable, aunque semanas después se llegó a puntas de más del 25 por ciento (casi mil fallecidos al día). En el resto de Europa, las cifras de letalidad hoy son aún mejores que en España, con tasas del 0,1 para Alemania, 0,2 para Italia o 0,5 para Francia. La gripe común provoca estadísticamente en España unas 2,5 muertes por cada cien mil habitantes. Hay otro dato más, muy importante: apenas el 12 por ciento de todos los fallecidos por coronavirus en esta segunda oleada estaban sanos y no presentaban una enfermedad previa. Del resto, los que sufren de hipertensión (el 18,4 por ciento) son los más comunes, seguidos por quienes padecen problemas cardíacos (16) y finalmente los diabéticos (14). El resto se corresponde con una larga lista de otras enfermedades.

Muchos médicos, sobre todo los que están en la primera línea de combate, han admitido que este virus no es el mismo de la primera oleada. Probablemente como resultado de las mutaciones que le afectan, ha dejado de ser tan agresivo, lo cual sumado a una mejora en la efectividad de los tratamientos, está causando un impacto mucho menor.

Decía antes que probablemente las autoridades no quieran que se extiendan estas informaciones optimistas porque es muy probable que muchos borren el coronavirus de su lista de preocupaciones, retornando a conductas que pudieran expandirlo innecesariamente. Porque, hemos de admitir que igual que entre nosotros hay gente que reacciona irracional e histéricamente ante una epidemia, hay otros que son completamente inconscientes de su responsabilidad social y se comportan estúpidamente. Pensemos que, pese a la información disponible, hay quienes niegan la existencia del virus o, aún más pintoresco, lo atribuyen a los teléfonos móviles. Como hay tanto fantasioso, en una pandemia hay que tener cierta prudencia en difundir informaciones. En este sentido, yo creo que el periodismo, casi siempre muy útil, puede terminar siendo contraproducente. (¡No vean el estado de pánico en el que está mi madre, viviendo en la zona acotada de Arquitecto Bennàssar!)

Es pues muy importante notar que hoy probablemente sea más grave el efecto social y económico del pánico causado por el virus, de las medidas innecesarias, que el impacto del virus propiamente dicho. Incluso en España, donde la capacidad de gestión pública es nula, como bien hemos podido comprobar.