Miembros de la policía acordonan el lugar donde se ha producido el atentado en la capital tunecina. | MOHAMED MESSARA

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Al menos 13 miembros de la guardia presidencial murieron este martes y 16 resultaron heridos en un atentado perpetrado en la capital de Túnez, que las autoridades no dudan en atribuir a los yihadistas y que es el tercero que sufre el país en 2015.

El ataque, realizado al caer la tarde en la céntrica avenida Mohamed V, una de las arterias de la ciudad, obligó al Gobierno a decretar el estado de emergencia en todo el país y un toque de queda en la capital, por segunda vez en lo que va de año.

El nuevo atentado supone un cambio en la estrategia de los yihadistas, ya que tras hundir la industria de turismo apuntan ahora contra las fuerzas de Seguridad.

«Fue una bomba adosada a la parte inferior del vehículo o dejada en la calzada, y probablemente accionada por control remoto al pasar por aquí», explicó a Efe una fuente de Seguridad cerca de lugar de los hechos.

«Había muchos cadáveres por el suelo, algunos mutilados, y el autobús ha quedado destrozado. Completamente destruido», explicó por su parte Mohamad Mahmud Hamudi, un joven que minutos antes había pasado cerca del lugar.

La zona del ataque es, además, altamente simbólica: el autobús estalló frente a la sede del antiguo partido del dictador derrocado Zinedin el Abedin Ben Ali y a escasos 200 metros de la plaza del 14 de enero, fecha en la que fue derrocado.

Se trata de un amplio espacio, presidido por un enorme reloj de hierro en forma de pirámide, que une el bulevar Habib Bourguiba, corazón comercial de la ciudad, y la avenida Mohamed V, centro de negocios y lugar donde se concentran varios edificios oficiales.

«No son musulmanes. Son gente sin corazón que nos ataca, que no quiere la libertad y la democracia, igual que pasó hace una semana en París», explicó a Efe Fatuma al Hadadi, una mujer de unos treinta años que junto a varias personas más inicio una protesta silenciosa con velas en el centro de la plaza.

«No representan a los musulmanes, son una vergüenza para nuestra religión y nuestro país. Que nadie piense que los tunecinos somos así, por favor», suplicaba.

El atentado de hoy es el tercero que sufre Túnez en 2015 tras los perpetrados el 18 de marzo y el 26 de junio en el museo de El Bardo, el más importante de la capital, y en la playa de un hotel de la ciudad costera de Susa.

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Aquellos ataques costaron la vida a 60 turistas extranjeros -22 en El Bardo y 38 en Susa- y lograron hundir la industria del turismo, uno de los pilares de la débil economía tunecina, sumida desde entonces en una profunda crisis.

Fue precisamente tras el ataque en Susa cuando el Gobierno impuso por primera vez el estado de emergencia en el país, que mantuvo en vigor durante dos meses y medio.

El de este martes se centra claramente en los cuerpos de Seguridad, que en el último mes y medio han incrementado su combate contra las fuerzas yihadistas locales, que comienzan a ganar terreno en el sur del país.

En los últimos 45 días, el Ministerio de Interior ha informado del desmantelamiento de al menos una decena de presuntas células yihadistas y del arresto de más de medio centenar de sospechosos en todo el país.

Además, ha informado de que impidió en el último momento dos atentados en la ciudad costera de Susa, donde se han instalado antiguos miembros del régimen libio derrocado en 2011 y en la propia avenida Bourguiba.

Todo el centro estaba en estado de máxima alerta desde hace una semana antes de los atentados del 13 de noviembre en París, reivindicados por el grupo terrorista Estado Islámico (EI).

El mismo día de los atentados en la ciudad de la luz, un grupo de yihadistas tunecinos afines al EI decapitaron a un pastor de 16 años en las montañas limítrofes con Argelia y entregaron la cabeza a su compañero de 14 años con la orden de que la llevara a la familia de la víctima como aviso a los que colaboran con la guardia nacional.

Esa zona es, desde 2011, bastión de grupos yihadistas locales y centro de reclutamiento y entrenamiento para radicales procedentes de todos los puntos del Sahel, que desde allí se suman a la yihad en Libia y Siria.

También es refugio para los que regresan de luchar en Oriente Medio, una de las mayores preocupaciones del Gobierno ya que Túnez es el primer país del mundo en envío de voluntarios a las filas del EI en Siria e Irak.

El nuevo ataque se produce también en un momento de debilidad política, debido a las amenazas de muerte yihadistas contra líderes de partido en el Gobierno y la división del mismo a causa de la presunta pretensión del hijo del presidente, Bejo Caid Essebsi, de suceder a su padre.