Combo de fotografías cedido por la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF) de una joven mexicana con heridas causadas por sus captores que la mantuvieron esclavizada por casi dos años. | Efe

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El no tener miedo a nada, ni siquiera a los fuertes golpes que recibía constantemente, fue lo que salvó la vida de Zunduri, una joven mexicana que pasó un año y medio realizando trabajos forzados en una tintorería de la capital mexicana, hasta que logró escapar de sus captores.

«Yo no tenía miedo a nada, a pesar de los golpes tan fuertes que ella me daba, por eso sigo viva», declaró la mujer de 22 años en una entrevista pocos días después de escapar de sus captores.

Para proteger su anonimato, Zunduri eligió este nombre, que en japonés significa niña hermosa. Desde que escapó el pasado 25 de abril, la joven ha dado numerosas entrevistas para dar a conocer su caso y evitar que otras personas sufran lo mismo.

Y es que este caso, el primero de este tipo registrado en la capital de México, ha sacudido a la sociedad por el nivel del maltrato y las repercusiones físicas y emocionales en la víctima. Además, la trata de personas es un problema que, según denuncian numerosas organizaciones, se está agravando.

Según la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, la cifra de personas explotadas aumenta año con año, ya que mientras en 2012 se abrieron 396 investigaciones por trata de personas, en 2013 subieron hasta las 660 y en el primer semestre de 2014 (el dato más reciente que se tiene) ascendían a 413.

«Tuve una niñez un poco difícil, (...) tomé la decisión de salir de mi casa para irme con un muchacho. Al terminar la relación con él acudí con Leticia (su captora) en busca de casa, pero sobre todo de empleo», recuerda la joven.
Leticia, que fue detenida junto con su hermana, dos de sus hijas y un hombre más por el delito de trata de personas, era dueña de una tintorería ubicada en Lomas de Padierna, en el sur de la Ciudad de México.

Lo que Zunduri tenía que hacer era sencillo: planchar ropa y esperar a recibir su sueldo. Pero con el tiempo «la carga de trabajo aumentó, al igual que el cansancio», y «fue ahí donde comenzaron los problemas».

«Yo no rendía, empecé a quemar las prendas, se extraviaban, por lo cual ella empezó a molestarse y comenzó a golpearme y a agredirme», explicó la joven, quien vivía encadenada de la cintura a una de las planchas industriales.

Según explicó la fiscalía de la capital mexicana, Zunduri comía solo una vez al día, lo que le hacía masticar el plástico con el que cubría las prendas de vestir que planchaba para mitigar su hambre.

Los diversos estudios que se le practicaron a la víctima reflejan que la joven tiene un aspecto físico de 14 años, pero sus órganos internos y funciones de los mismos corresponden a una persona de 81 años, debido al daño que se le causó durante su cautiverio.

Zunduri relató cómo fue que logró escapar de sus captores esa madrugada del 25 de abril. «Tres días antes de mi huida, yo pedí permiso para ir al baño, me desataron y cuando regresé a mi lugar de trabajo noté que la cadena no estaba bien cerrada, tuve que fingir».

«Esa noche yo me aseguré que todos durmieran, en el baño había una ventana que daba al patio, salté y corrí hasta llegar a casa de una amiga», señaló.

En un principio la víctima se rehusaba a denunciar porque decía sentirse «aterrorizada». Sobre los motivos de que fueran «tan malos» con ella, no se explica la razón.

Hoy siente «coraje», «enojo» y «un vacío» cada vez que habla del tema, pero al mismo tiempo se siente «orgullosa» de haber recuperado su libertad.

La joven, quien se encuentra protegida por una fundación que defiende a las víctimas de trata de personas, dijo que tiene muchas ganas de vivir y que está «sorprendida» de todas las muestras de apoyo que ha recibido.