El ministro paraguayo de Trabajo, Guillermo Sosa (d), observa al manifestante Guillermo Sosa (abajo), este jueves 29 de enero de 2015, durante el levantamiento de la protesta de cinco trabajadores que se crucificaron afuera de la embajada brasileña, en Asunción (Paraguay). | Andr

TW
0

Los cinco «crucificados» de Asunción, clavados durante semanas a un madero frente a la Embajada brasileña para exigir los derechos laborales por el trabajo en la presa de Itaipú, finalizaron este jueves su protesta tras el compromiso del Gobierno paraguayo de reabrir la mesa de diálogo con la hidroeléctrica.

Con ello, los antiguos trabajadores de esta compañía, compartida por Brasil y Paraguay, dan término a una protesta que, en el caso de cuatro de los «crucificados», comenzó antes de Navidad y ha durado casi dos meses.

«Hemos recibido un compromiso por parte del Gobierno para reinstalar de manera inmediata la mesa de diálogo con Itaipú. Ha sido fruto de nuestra lucha, de nuestros 58 días acampados acá, del inmenso sacrificio de los compañeros», manifestó a los medios Carlos González, portavoz de la Coordinadora de Extrabajadores de Itaipú.

El ministro de Trabajo, Guillermo Sosa, se desplazó personalmente hasta la Embajada brasileña en Asunción, sede de las protestas, para ratificar el acuerdo alcanzado y saludar a los «crucificados».

Sosa y González intercambiaron dos cartas en las que el Ministerio de Trabajo expresó su voluntad de mediar para retomar la negociación con Itaipú.

Los obreros, por su parte, se comprometieron a finalizar las «crucifixiones» y levantar las tiendas instaladas frente a la Embajada, que han acogido a cientos de antiguos trabajadores de la hidroeléctrica durante todo este tiempo.

Tras el intercambio de cartas, el quinteto de «crucificados» se incorporó, uno a uno, de las cruces de madera en las que permanecieron acostados para saludar, todavía con los clavos en sus manos, al ministro de Trabajo, entre los vítores de sus compañeros.

«Me siento muy feliz. Parecía que nuestra lucha era algo imposible, pero lo cumplimos ahora», declaró Gerardo Orué, trabajador de Itaipú de 49 años, que pasó los últimos 51 días clavado a su cruz de madera.

Rosa Cáceres, de 52 años, esposa y madre de exempleados de la represa y «crucificada» desde hace 44 días, expresó su esperanza de que haya «una respuesta positiva» que satisfaga sus reclamaciones.

Junto a Cáceres y Orué, los otros «crucificados», Roque Samudio y Roberto González, con 51 días clavados a un madero, y Pablo Garcete, de 71 años, que cumplió 31 días, esperaban a que el médico del grupo extrajera los clavos de sus manos y desinfectara las heridas abiertas.

La única vez que abandonaron sus cruces fue el pasado lunes, cuando fueron clavados a otros maderos más ligeros con los que protagonizaron una marcha de protesta por los dos kilómetros que separan la Embajada del Panteón de los Héroes, en el centro de Asunción.

«Ése fue el día más difícil para todos, por el calor y la distancia. A duras penas podían llegar», comentó Liborio Brizuela, médico encargado de prestar atención al grupo.

El colectivo de antiguos obreros paraguayos de la hidroeléctrica reclama que se les abonen derechos laborales retroactivos que los Gobiernos de ambos países se comprometieron a otorgar a través de un convenio firmado en 1974.

Carlos González señaló que, pese al fin de las crucifixiones, «la lucha empieza ahora», ya que los trabajadores van a empezar a «discutir los montos y plazos de los pagos» con las autoridades de la compañía.