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Las delegaciones palestina e israelí reanudaron este domingo las negociaciones indirectas en El Cairo, auspiciadas por las autoridades egipcias, para intentar alcanzar un alto el fuego permanente entre Israel y el movimiento islamista palestino Hamás, en Gaza.

El miembro de la delegación palestina Faisal Abu Shahla aseguró en declaraciones a los periodistas que su representación siente un optimismo moderado ante estas conversaciones, que durarán hasta mañana, lunes.

«El éxito en las negociaciones depende de las presiones sobre Israel para que deje de lado su intransigencia e indiferencia sobre las demandas palestinas», señaló Abu Shahla.

En este sentido, explicó que la moderación de su optimismo se sustenta en la negativa israelí a aceptar la rehabilitación del puerto y el aeropuerto de Gaza.

Además, acusó a Israel de querer seguir justificando el bloqueo a la Franja e insistir en el mantenimiento de un coto limitado de pesca para los gazatíes en sus costas.

Por su parte, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, a la salida del habitual Consejo de Ministro de los domingos, dejó claro que no piensa darle la victoria política a Hamás.

Subrayó que solo aceptará un alto el fuego permanente en Gaza cuando «todos los intereses de seguridad de Israel se cumplan».

«Si Hamás piensa que puede encubrir su derrota militar con una victoria política, está en un error. Yerra al creer que con una lluvia de cohetes va a conseguir rendirnos», agregó.

El jefe del equipo negociador palestino, Azam al Ahmed, dijo hoy a la prensa tras reunirse con responsables de la Inteligencia egipcia, que media entre Israel y los palestinos, que «no aceptará un acuerdo débil» con los israelíes.

«Cualquier acuerdo debe cumplir las demandas del pueblo palestino, principalmente la detención de la agresión, y el inicio de la reconstrucción de Gaza y el levantamiento total del bloqueo», agregó en esa declaraciones recogidas por la agencia palestina Wafa.

Por su parte, el ministro israelí de Economía y líder ultraderechista, Naftalí Bennett, pidió la interrupción de las negociaciones porque en su opinión cualquier acuerdo serviría para fortalecer a quienes controlan Gaza (Hamás).

Anoche, en declaraciones a los periodistas, Al Ahmed aseguró que en las reuniones anteriores «se llegó a un acuerdo sobre el desbloqueo de la franja y la apertura de los pasos fronterizos, y ahora habrá que negociar la aplicación» de esas medidas.

Mientras, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abás, se aferró a la iniciativa egipcia, que propone sellar el fin de las hostilidades y negociar después el levantamiento del bloqueo contra Gaza.

Sin embargo, Hamás rechaza esta fórmula y exige esta condición antes de aceptar cualquier alto el fuego.

El grupo islamista aceptó una tregua durante las negociaciones aunque advirtió de que no habrá una prórroga de la misma sin que se reconozcan los derechos del pueblo palestino.

En las últimas dos semanas, ambas partes acordaron dos treguas humanitarias de 72 horas, renovadas el pasado jueves por 120 horas más, para continuar los debates sobre los términos de un acuerdo que ponga fin a los enfrentamientos.

El movimiento islamista Hamás, que lidera la acción política y militar en la Franja, exige el levantamiento del bloqueo económico y el asedio militar que Israel impone desde hace siete años en Gaza, así como la apertura del paso fronterizo con Egipto y el corredor con Cisjordania.

Exigencias que respalda el resto de las facciones palestinas, incluido el partido Al Fatah, del presidente palestino, y que apoya gran parte de la comunidad internacional, con la Unión Europea (UE) a la cabeza.

Israel exige, por su parte, la desmilitarización de la Franja, condición también apoyada internacionalmente, pero que expertos como David Levy, reputado exasesor de primeros ministros israelíes, creen inviable en la actual situación.

En cinco semanas de guerra han muerto 2.016 personas, la mayoría de ellos civiles, incluidos 541 niños, 250 mujeres y 95 ancianos.

Los combates y el lanzamiento de cohetes palestinos también han significado la muerte de 64 soldados israelíes, un civil, un beduino y un trabajador asiático que buscaba regularizar su situación laboral en Israel.