Centenares de personas abandonan la ciudad de Mosul y se dirigen a Erbil, en la región del Kurdistán, ante el avance de los yihadistas radicales. | EMRAH YORULMAZ/ANADOLU AGENCY

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La ofensiva sobre el norte de Irak de los insurgentes suníes, encabezados por los yihadistas del Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL), cobró ayer un nuevo impulso con su entrada en Tikrit, capital de la provincia de Salahedín, que los acerca a apenas un centenar de kilómetros de Bagdad y se había combates en la ciudad sagrada de Samarra. El Ejército iraquí, que bombardea con cazas las zonas controladas por los rebeldes en Salahedín, parece por el momento incapaz de frenar a los rebeldes y se registran numerosas deserciones al tiempo que el Ejército de Tierra se repliega hacia Bagdad.

Tras hacerse ayer con el control de la segunda ciudad de Irak, Mosul, grupos yihadistas lograron irrumpir ayer en Tikrit, cuna del difunto dictador Sadam Husein, donde, tras hacerse con varios barrios e instalaciones gubernamentales, se mantienen duros enfrentamientos.

Sin ayuda

El primer ministro, Nuri al Maliki, que ha pedido al Parlamento decretar el estado de emergencia, aseguró ayer en un discurso que podrán hacer frente a la insurgencia «sin ayuda de nadie», pero al mismo tiempo instó a la población civil a tomar las armas para recomponer las maltrechas fuerzas gubernamentales. La desbandada de oficiales y altos cargos que se produjo el martes en Mosul y la provincia de Nínive llevó a Al Maliki a hablar de una «conspiración» contra su gobierno.

Por contra, el EIIL, envalentonado por sus últimas conquistas, proclamó que mantendrán su avance sobre otras zonas del país. «Con el permiso de Alá, no cesaremos esta serie de benditas conquistas hasta que Dios cumpla sus promesas o nosotros muramos», según un comunicado del EIIL publicado en foros utilizados habitualmente por los yihadistas.

Pese a que el EIIL lleva la iniciativa de los insurgentes, líderes tribales suníes explicaron que la crisis en Irak no solo involucra a este grupo yihadista, sino que en la rebelión participan otros movimientos suníes contra el Ejecutivo del chií Al Maliki. El jeque Mohamed al Biyari calificó lo sucedido como una «revolución popular de los iraquíes contra las injusticias que han sufrido».