Fotografía de archivo del 13 de febrero de 1990 del Premio Nobel de Paz sudafricano Nelson Mandela (d) junto a su esposa Winnie Mandela (i) durante una manifestación de bienvenida en Soweto (Sudáfrica). | Efe

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El expresidente sudafricano Nelson Mandela, fallecido ayer a los 95 años, se caracterizó siempre por su apoyo incondicional a numerosas causas solidarias que mantienen vivo el legado moral de un hombre que dedicó su vida a los demás.

Mandela -antaño el preso de conciencia más famoso del mundo, primer jefe de Estado negro de Sudáfrica e icono de la lucha por los derechos humanos y la igualdad racial- no solo dejó importantes lecciones políticas, sino también un modelo de comportamiento basado en la ayuda desinteresada.

Su compromiso en la lucha contra la injusticia, la pobreza y el sida, o la defensa de los derechos de la infancia forman parte de una herencia que apela a la condición humana por encima de banderas, colores e ideologías.

El fallecido líder sudafricano dio su respaldo al menos cuarenta instituciones benéficas, según los datos de la Fundación Mandela.

Fue, entre otros muchos cometidos solidarios, embajador de buena voluntad de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), vocal de SOS Children's Village (la mayor organización de ayuda a niños huérfanos) e impulsor de la campaña «46664» contra el sida.

En 2009, la filantropía de Mandela animó a la ONU a convertir el 18 de julio, día de su cumpleaños, en el Día Internacional de Nelson Mandela, un evento global que anima a seguir su ejemplo y dedicar 67 minutos -el mismo número de años que él empleó en luchar por la igualdad racial en Sudáfrica- a ayudar al prójimo.

«Este es también su legado. Es una de las grandes lecciones que Mandela nos dio: ayudar a los demás», dijo a Efe Moipone Buda-Ramatlo, directora del Fondo para la Infancia de Nelson Mandela.

Madiba, como llaman cariñosamente los sudafricanos al expresidente, fundó esa organización benéfica con su propio sueldo, tras asumir la jefatura de Estado en 1994, tal y como recuerda Buda-Ramatlo.

«Nada más llegar a la Presidencia -relató la directora-, varios niños de la calle corrieron a abrazarle al salir de su hotel en Ciudad del Cabo. Él les preguntó: ¿Por qué os interesáis tanto por mi?: Porque sabemos que tú nos quieres, le respondieron».

«Fue entonces cuando se preguntó: ¿Qué estamos haciendo realmente por estos niños? Así nació el Fondo para la Infancia de Nelson Mandela. Como él mismo dijo, una sociedad se puede juzgar por cómo trata a sus niños y a los más desfavorecidos», afirmó Buda-Ramatlo.

El Fondo para la Infancia ha aportado más de 40 millones de euros desde 1995 a programas de protección infantil en Sudáfrica, donde 11,5 de los 19 millones de niños viven por debajo del umbral de la pobreza, según un informe de UNICEF difundido en 2012.

La institución espera concluir en 2014 el segundo hospital pediátrico del África subsahariana, «un proyecto personal de Mandela», afirmó Moipone Buda-Ramatlo.

Tras abandonar el Gobierno en 1999, Mandela desempeñó un papel más activo a favor de causas humanitarias.

En 2002, creó la campaña «46664» contra el Sida, bautizada con el número de preso que recibió durante sus dieciocho años de cautiverio en la isla de Robben Island.

La iniciativa se convirtió en el mayor movimiento de concienciación contra la pandemia, a través de conciertos multitudinarios que contaron con el apoyo de estrellas internacionales como Bono, de U2, Peter Gabriel o Brian May (Queen).

«El sida se lleva más vidas que todas las guerras del mundo. Es una cuestión de derechos humanos», afirmó Mandela ante decenas de miles de personas en el primer recital «46664», celebrado en Ciudad del Cabo en 2003.

La enfermedad asestó un duro golpe sentimental al propio Madiba en 2005, cuando se conoció la muerte de su hijo mayor, Makgatho, por sida a la edad de 54 años.

«Démosle publicidad al sida y no lo escondamos, porque esa es la única forma de que parezca una enfermedad normal», dijo Mandela al anunciar, rodeado de su familia, el fallecimiento de su hijo, en una época en la que hablar de ese padecimiento era un tabú.

También en 2005 se volcó con la «Campaña para que la pobreza sea historia», al denunciar esa lacra y «la obscena desigualdad como terrible azote de nuestros tiempos», e instar a los líderes del mundo rico a «no mirar para otro lado» y «actuar con coraje».

Mandela sufrió 27 años de cárcel por su oposición al «apartheid», régimen de segregación racial impuesto por la minoría blanca sudafricana hasta 1994, cuando se convirtió en el primer presidente negro de Sudáfrica.

Un año antes, recibió el premio Nobel de la Paz, junto al entonces presidente sudafricano, Frederik de Klerk, por su mensaje de reconciliación en aras de una Sudáfrica democrática y multirracial.

A la sombra del gran líder político que fue en vida Nelson Mandela caminó eternamente un hombre bueno que, como recordó Buda-Ramatlo, «siempre cuidó de los demás, pues su deseo era cambiar la sociedad».